es quizás el calor, cómo saberlo. Estar bocarriba sobre la cama, quizás tratando de ver algo, escuchando los ruidos de la calle, las respiraciones, mirar a través de la cortina azul, la brisa, una luz tenue. Abrir los ojos, los agujeros de la nariz y de la piel, soltar el cuerpo, esperar. Un frío primero, un suspiro, un latido. Buscar con las manos, la piel tibia, el dibujo blanco bajo las sábanas a cuadros. La explosión roja sobre la almohada -pero él no mira, imagina, adivina, inventa-, la explosión roja y oscura escondiendo la mitad del rostro, otros ojos cerrados, otra nariz dilatada. Un suspiro. El silencio
segunda noche
el movimiento del bus, la cadencia de las ballenas amarillas que nos adelantan, la sensación de estar sofocado, apretado. Así respondieron los nuevos diseñadores al desafío Drive, una mujer sentada sobre la acera, un hombre cubierto de mantas, un perro, el reflejo de un cartel rojo en la ventana más alta de la esquina suroriente de la Biblioteca Nacional, el sabor de la cerveza y el cigarro en la boca, en el estómago la resaca del vino y la noche -otra, igual y tan distinta, la noche, y ahora tan fácil adivinar el silencio tras el tronar de la ciudad- abierta como una cicatriz frente a los ojos, otra cicatriz en mitad del rostro. El bus y una niña con la cara pegada al vidrio, la esquina amarilla con gente y luces. Tal vez luego, y esto lo intuye, vendrá un sueño funesto, plagado de visiones terroríficas, superposiciones, imágenes mezcladas y desteñidas, el mundo a través de la gasa. Las calles se le repiten sobre la cara, un espacio repetido y vacío
tercera noche
wake from your dreams the drying of yous tears today we escape we escape pack and get dressed before your father hear us before all hell break loose breathe keep breathing dont loose your nerve breathe keep breathing i cant do this alone sing us a song a song to keep us warm theres sucha chill sucha chill you can laugh a spineless laugh we hope your rules and wisdom choke you now we are one in everlasting peace we hope that you choke that you choke we hope that you choke yhat you choke we hope that you choke that you hope
cuarta noche
por la tarde había caminado por tantos lugares, mirando ventanas y preguntando cosas a la gente sentada en las fachadas de las casas. Había reconocido calles extraviadas, ventanas que sobrevivían en el recuerdo, algún ruido, algo de música. Caminó durante largo rato, casi siempre mirando hacia arriba, cambiando continuamente de vereda, deteniéndose cada cierto trecho y anotando en una hoja blanca con líneas horizontales rojas, también tachando. Caminaba por gusto, por el puro placer de andar solo por las calles, jugando a estar preocupado, silencioso y concentrado. Buscaba, sin duda, pero algo que era distinto al propósito más concreto. Buscaba más allá, y encontraba. Una casa de frontis amarillo que un día lo -los- sorprendió durmiendo sobre el tejado, una plaza de juegos monstruosos cuya hierba es la más fresca la segunda noche de cada año. Recorrer era comenzar a trazar mapas, escoger ciertos itinerarios posteriores, aclimatarse. Pero también había otra cosa: era tristeza que quedaba como un leve charco transparente a su paso, caracol triste y taciturno
quinta noche
las letras sobre la pantalla y la espera, la ausencia de las voces, del calor, la distancia. Palabras extrañas, muertos desconocidos
sexta noche
primero sería el calor, una suerte de ubicuidad y tras la cabeza el sonido del mar distante, el sonido de las olas y el murmullo de la arena barrida por el viento. Esto empezaba a ganar terreno a medida que la tarde se convertía en noche y un grupo de alemanes se amontonaba sobre una vieja que retrataba a una niña colorina en la esquina de la Plaza de Armas; ganaba terreno y poco a poco las cosas se transformaban, la playa se abría como una caracola destripada frente a sus ojos, sentía el calor en la planta de los pies desnudos, el sol impío sobre la cabeza, una gota de sudor salado bajando por el cauce de la espalda. Más allá -¿a qué distancia terrible?- podía ver el cuerpo de la mujer desnuda, el quiebre de la cintura y la curva de las caderas blancas, la cabeza de lado, el cabello desordenado como un montón de hojas rojas sobre la arena, los brazos descansando, invisibles, sobre unos senos redondos que sólo adivinaba, pues la mujer le daba la espalda desde la arena y el viento, blanca como un lirio, dormida. Sintió que iba a sonreir y despertó
séptima noche
la ciudad dormida, las calles escondidas en la oscuridad que trepa con su manada de animales diminutos por las paredes. Olor a orina, a gatos, un tufo rancio exhalado por miles de bocas que duermen. El humo del cigarro sube ligero por el aire caliente, sin dispersarse hasta fundirse con la noche. Hay estrellas, hay pasos que suenan distantes, confusos, perturbando con sus descuidado andar el silencio de este cementerio. Miro a través de las telarañas tejidas por la oscuridad, te distingo, hermosa y perdida, terrible, en la esquina a la que no podré llegar hoy: el cansancio me aprieta los músculos, los ojos se nublan y las cosas que me rodean se convierten en espectros inmóviles y acechantes. De cualquier modo te busco, sintiéndome morir a cada paso, dejando tras de mi una estela de sangre, de baba, de olor a jazmines que alguna vez conocí en un patio de la infancia. Muero por ti, y no me importa
octava noche
el encuentro
2 comentarios:
Que cierto ,,,,, lo que dices todos ...buscamos ... buscamos arrastrando recuerdos, dolores, alegrias. Lo importnte es que todo lo que arrastra esta Continua busqueda, no la alcance ..... No la mate, no la llene de temor. Porque ese dia ...se acaban las razones...
muy buen blog ..... See you
Un largo camino hacia la noche para encontrar la senda, quizás el amor, o también la locura. Abrazos.
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