miércoles, octubre 04, 2006

Posibilidades para un relato

Image Hosted by ImageShack.us Primero, el metro.
Las hormigas, segundo. Es decir, la multitud hormilumpen o quizás hormigócrata que se desplaza por la estación Tobalaba, los múltiples recorridos que se entretejen como un tapiz enorme e indescifrable, como un baile de locos, como un juego de dioses niños encargados de reducir cualquier orden admisible a un cúmulo de cenizas.
Tercero: la conjugación de ambos elementos, la yuxtaposición de fotogramas, el juego posible de velocidades y detalles.
Ejemplo:
Un hombre sentado en la mesa de un café, escribiendo en una libreta Aló bolsillo blanca, como se lee en la tapa. Un hombre sentado y escribiendo y mirando de vez en cuando a su alrededor y frente a él una bandeja de plástico gris y un vaso de café a medio tomar y una servilleta arrugada y un par de sobres de azucar desgarrados y vacíos. Un hombre de traje, delgado y triste como pintura de El Greco, un hombre de ojos oscuros y negro pelo en desorden que escribe, entonces.
Otro ejemplo:
Una mujer subiendo la escalera del Metro. Una mujer de pelo corto y castaño y ojos del color de las hojas de los árboles en otoño. Una mujer joven y guapa, claro está, que trepa por las escaleras con calma, se podría decir que distraída, que ensimismada, lo suficientemente satisfecha con su vida como para no preocuparse de lo que le rodea.
Cuarto. Una mujer + un hombre. Una estación del Metro –la estación Tobalaba- a eso de las 08:55 de la mañana. El hombre ve a la mujer y piensa: es ella de nuevo. La mujer no mira a nadie y tararea mentalmente una canción de Rosalía de Souza.
Aquí, en rigor, es donde algo comienza a suceder o a moverse, donde los engranajes del relato o del destino o la voluntad de los hados comienza a jugar un papel importante, donde los caminos se acercan peligrosamente y donde las miradas colisionan con el estruendo de un choque entre témpanos a la deriva, y de pronto la realidad, ese montón de apariencias que llamamos realidad, o que por lo menos ese hombre de traje que escribe y esa mujer que termina de subir las escaleras llaman realidad, comienza a distorsionarse o quizás deberíamos decir a develarse, y el hombre de traje que piensa es ella de nuevo se queda mirándola fijamente mientras la mujer se detiene el instante justo para percibir la mirada y quedar atrapada en ella sin poder evitar sonrojarse, sintiendo de pronto que una puerta escondida en alguna parte se abre sin ruido y una luz como de primavera se instala en su interior. Todo esto viene en quinto lugar.
El resto, lo que sigue, podría ser una historia trillada, una promesa de futuro. Las mariposas en el estómago de ella y la mirada melancólica en los ojos de él, como una sombra que se alarga en el atardecer; las manos que se buscan, el ansia, las pieles que se encuentran en distintos paisajes, entre sábanas de diversos colores y amaneceres y desayunos y noches de luna. Así, como siempre, mientras él piensa cada vez que la ve es ella de nuevo y ella le sonríe desde lejos, desde un lugar distante y distinto, desde un lugar que le parece inalcanzable y eso le llena el pecho de ira y resentimiento mientras espera de pie en una esquina, en mitad de una noche convertida en verano, bajo la semipenumbra de una luminaria, las manos en los bolsillos de un abrigo demasiado grueso para la temporada.
Eres tú de nuevo, le dice cuando ya está cerca, cuando el aroma a jabón se le mete en la nariz como una hilera de hormigas negras. Eres tú de nuevo, repite con la voz ronca y la certeza de haberla perdido y ella lo mira sin entender, sin fijarse en la mano que sale del bolsillo empuñando el relámpago de acero que dibuja un semicírculo en el espacio que los separa y que, al mismo tiempo, por primera vez los une. Entonces el charco de roja sangre que como una estrella se esparce rodeando el cuerpo de la mujer tendido sobre el asfalto, el cuerpo solo y abandonado de la mujer que palidece entre esterores, los ojos abiertos y sin música apagándose en mitad de la noche.
Todo esto podría estar en séptimo y último lugar si no supieramos que la vida y la literatura son organismos extraños y tienden a la repetición, y en la estación Tobalaba del Metro hay un hombre de traje, delgado y triste, que se sienta a escribir en una libreta mientras toma café, un hombre que cada cierto tiempo aparece y se instala como en el palco de un teatro, esperando y buscando, ansiando encontrar.
Y eso sí sería parecido a un final.

9 comentarios:

fgiucich dijo...

Muy buena descripción del mundo subterráneo y de sus posibles consecuencias. En el próximo viaje a Santiago, miraré con cuidado cuando baje en Tobalaba. Abrazos.

Unmasked (sin caretas) dijo...

cualquier cosa puede ser en el mundo de la literatura...todo depende de lo que el autor quiera, por una vez, alguien puede controlar un universo en forma total...

Besos k, espero que siga bien

petra

conde-duque dijo...

Señor K., acabo de descubrir su blog y me ha encantado su manera de escribir. Yo también le dediqué el otro día un post al metro (en este caso, al de Madrid). Yo creo que todos los metros del mundo están conectados entre sí, forman un mundo aparte.

Indianguman dijo...

Y acaso es eso lo que une a la literatura con la marcha de las hormigas, un irrazonable impulso a mantener viva la esperanza.

CadávEr Muerto dijo...

¡Yo lo vi, vi a ese hombre en el metro, vi a ese hombre refuncionalizado! Y lo vi en el metro, pero en el metro del Df acá en México... ¿no le da miedo?

Dra. Kleine dijo...

Oh... gran final pues!
Y bien!

Dedo Idiota dijo...

llevo rato degustando sus letras y recién me atrevo a dejar huella... me cautiva pensar en la multitud hormilumpen y la cantidad de posibles finales; sin duda he visto a ese hombre... y con un poco más de distancia también a usted mirando buscar, encontrar y perder... un saludo y mis respetos.

Roberto_Carvallo dijo...

me gustó lo escrito especialmente eso de lo tirllado de los romances o esperanzas de romances...

a mi me gustan las cerveza...no sería malo, si me invitan por ahi a tomar una chelas
o más de unas
adios... y saludos.
mr k

Abejilla dijo...

Que alucine el final!!! es la primera vez que vengo por estos lugares que buena sorprais!!!...Saludos XX fuente