martes, enero 31, 2006
Delirios varios
1
El silencio vuelve a pesar en los bolsillos
como el tigre que espera en el armario
agazapado
envejecido
los ojos pequeños y llorosos
los pasos cada vez más lejos
la soledad olvidada.
2
Vendrán otros silencios
arena escapando de los bolsillos
recuerdos
vidrio molido
cicatrices invisibles
en las palmas de las manos
estigmas
vendrán otros silencios
tras las ciudades en ruinas
un poco como si el espacio
fuese otra cosa
digamos un batir de alas
o el sonido de los labios frente a frente.
3
Llegará un viento terrible
arrasando con las flores muertas
hiriendo la piel desnuda
una suerte de perro rabioso
será un viento triste
y lloraremos
y entonces ya será tarde
-es una ley de la vida
siempre es tarde-
los pájaros se volveran peces
las lágrimas cenizas.
4
A mediodía
cansada del cemento
del barro
del rincón hediondo a orines
de tantas colillas de cigarro
mi sombra se rebela
y me deja.
Creo que se va tras otros
pasos
busca calles nuevas
reposa en sábanas tibias de otro cuerpo.
Yo quedo como perdido
no la busco
(no sé como llamarla
ni el color de sus ojos conozco)
me siento en la cuneta
fumo cigarro tras cigarro
me envilezco.
Mi sombra yace con mujeres
se deja ir sobre la arena
de una playa y caracolas.
Regresa por la noche
cansada
me besa los párpados
con ternura
y se duerme a mis pies.
miércoles, enero 25, 2006
Paralipómeno singular del elefante africano en agosto
viernes, enero 20, 2006
Martín en las ciudades XII
martes, enero 17, 2006
Escrito con aire en el centro de la noche de los cuerpos
viernes, enero 13, 2006
Ignacio y el calefón (bonus track)
martes, enero 10, 2006
Ignacio y los ascensores
viernes, enero 06, 2006
Gatos
miércoles, enero 04, 2006
Leones
Los leones envidian secretamente a las arañas. Por eso se trepan a los árboles y están ahí horas tratando de no perder el equilibrio. Si un león tiene como madriguera una cueva, será muy cuidadoso a la hora de la limpieza y no destruirá ninguna telaraña. Los leones no se bañan en días y arrastran un enjambre de moscas sobre ellos para pasar cerca de una telaraña y sentarse a contemplar como quedan atrapadas las moscas. Sigilosa y ágil, la araña se acerca a su víctima y, a pesar de intentos de la mosca por zafarse, la abraza, la ahoga entre sus fuertes patas y su mortal beso. Un león puede pasar horas y horas observando este espectáculo a la sombra de un árbol, en la humedad de las cavernas o en la brisa fresca que hace ondear la hierba a la orilla de los estanques africanos en otoño. Durante ese tiempo los leonas cazan, porque a ellas les importan otras cosas. Los leones también aman las alturas, las estrellas, los pájaros. Los hombres los comprenden y levantan altos pilares coronados con majestuosos leones que parecen vigilar todo cuanto les rodea. Si un león pasa frente a la fachada de un museo o un banco -lugares donde generalmente los hombres levantan sus estatuas- y ve a uno de sus congéneres de bronce, mármol o concreto, hincha el pecho y sigue su camino con paso lento y orgulloso, y en sus ojos brilla cierta emocionada alegría. A las arañas el hombre no las comprende y no les levanta monumentos. Por eso las arañas envidian secretamente a los leones.