viernes, enero 06, 2006

Gatos

Descubrió al gato nuevo el martes. Lo descubrió sin querer. Se asombró de distinguir alguna diferencia entre los gatos. Se había levantado casi a las diez. Se sentó en el borde de la cama y tomó un cuaderno y un lápiz del velador. Leyó lo último que había escrito. Lo leyó otra vez. Acercó el lápiz al cuaderno pero se detuvo antes de comenzar a escribir. Dejó el cuaderno y el lápiz sobre la cama. Salió de la habitación. Revisó los dos sobres que habían encima de la mesa del comedor y se los llevó con él a la cocina. Mientras leía la primera carta -un anuncio promocionando un cementerio todo césped y lápidas blancas a ras de suelo- abrió el refrigerador y sacó una caja de jugo. Dejó la carta en el borde del lavaplatos y conservó el otro sobre en la mano. No encontró vasos limpios. Vació la caja de jugo en un tazón azul. Abrió el sobre y se acercó a la ventana. Alcanzó la invitación a suscribirse a las Reader’s Digest antes de mirar hacia afuera y descubrir el gato nuevo. Era gris con el hocico y las patas blancas. Le pareció igual a los otros gatos. Estaban amontonados sobre la comida que les había dejado Alejandra antes de salir. Eran una masa movediza de pelos. Tomó un trago de jugo y se fue al dormitorio.
Estaba durmiendo cuando Alejandra volvió. El ruido que la puerta hizo se mezcló con el sueño. Iba por una calle mojada y desierta. Así fue por mucho rato: caminar por la calle, mirar hacia las tiendas cerradas, las vitrinas a oscuras. De pronto una puerta que se abre y un vestíbulo apenas iluminado por una ampolleta. Un poco más allá se distingue una escalera. Avanza hacia la puerta abierta. Entra. A su espalda oye el ruido de la puerta al cerrarse. Entonces despertó. Había anochecido. Vio la silueta de Alejandra detenerse frente a la entrada del dormitorio. Estiró la mano y encendió la lámpara.
- Pensé que estabas dormido -dijo Alejandra.
- Lo estaba -dijo él.
Alejandra se sacó los zapatos apoyada en el marco de la puerta. Caminó hacia la cama y se quitó la blusa. El pelo le caía sobre la espalda.
- ¿Escribiste algo? -preguntó mirando el cuaderno y el lápiz que estaban sobre la cama.
Él la miró de perfil. Luego giró la cabeza y fue reconociendo los mismos rasgos a medida que modificaba la perspectiva. Le gustaba hacer eso. También leer de lado. O de cabeza.
- Un poco -bostezó.
Ella no hizo nada durante unos segundos. De pronto se volvió hacia él y se le lanzó encima. Se besaron. Él la ayudó a quitarse la falda y las medias. Le soltó el seguro del sostén. Ella le sacó la polera. Se miraron. Volvieron a besarse. Hicieron el amor sin apagar la lámpara.
Él se levantó y fue a la cocina. Volvió con un tazón azul con agua. Se acostó y apagó la lámpara. Alejandra había encendido un cigarrillo. Fumaba sentada. Él la miró.
- Tuve el mismo sueño -le dijo.
Alejandra dejó escapar una bocanada de humo. El humo tomó forma de locomotora.
- Parece una locomotora -dijo.
- Cierto -asintió él.
Bebió un trago de agua.
- El sueño ese de la calle, ¿ese sueño? -preguntó Alejandra.
- Sí, ese.
- ¿Y fue como siempre?
La bocanada ahora adquirió forma de conejo.
- Parece un conejo -dijo él, y agregó: No, hubo algo distinto.
- ¿Sí?
- En un edificio se abrió una puerta.
- ¿Y?
- Entré.
Alejandra apagó el cigarrillo en el cenicero. Se deslizó bajo la sábana. Lo abrazó y recostó la cabeza sobre su pecho.
- ¿Qué había? ¿Viste algo?
- No mucho. Había poca luz, amarillenta, como de ampolleta. En algún sitio vi una escalera.
- ¿Qué más?
- Nada. La puerta se cerró y desperté.
- ¿Por el sonido de la puerta?
- No lo sé.
En algún lugar sonó una sirena de ambulancia. Él le metió la mano en el pelo y comenzó a acariciarla. Ella suspiró. Desde el patio les llegó un maullido.
- Hay otro gato -dijo él.
Alejandra se apretó contra su pecho y volvió a suspirar.
- Hay otro gato -repitió él.
- Sí -dijo ella.
- Teníamos un acuerdo.
- Sí, lo sé, pero tendrías que haberlo visto...
- Lo vi hoy.
- Lo siento, de verdad. Tú sabes...
Alejandra dejó sin terminar la frase. Él podía oír su respiración entrecortada. Sabía que estaba llorando.
- Está bien -dijo apretándole suavemente la cabeza.
- Lo siento, de verdad -dijo ella entre sollozos.
- No importa, pero este es el último.
- Sí. El último.
- Tienes que prometerlo.
- Sí. Lo prometo. De verdad.

13 comentarios:

galgata dijo...

A mí me encantan los gatos, y tanta gente los odia...
Ojalá todos los hombres fueran como el hombre de Alejandra!! Yo tengo casi que sobornar a mis pinches para que no le hagan cosas malas a los felinitos :s jej

Claudia Castora dijo...

Se me vino un destello a la mente,
cada mañana al pasar por Compañía a la altura más o menos de la Plaza Brasil hay un sitio baldío, tiene que haber sido alguna casa muy antigua que demolieron y el lugar quedó ahí, abandonado a la buena de Dios.
Lo curioso es que está habitado enteramente de gatos, habrán unas 8 familias de felinos allí, de todos los tamaños, formas y colores.
Es todo un espectáculo verlos jugar y desplazarse a sus anchas en un lugar que ya hicieron suyos.
Siempre que la micro se detiene aprovecho de mirarlos y de juguetear con ellos e imaginarlos combenadose con sus zarpas peludas, siempre ´he pensado que algún día escribiría sobre ellos.
No sé si lo haga.
Solo me acordé.

Dra. Kleine dijo...

Si ayer dije "miau" hoy digo Prrrr... meeeeeeeeeeeeeeowwww!

Roberto_Carvallo dijo...

me gustó... pero con los gatos, nunca se sabe, y creo que nunca es el último, ¡que promesas no¡, que cosas esconden detrás...


otra pregunta, este es tu ciclo literario de añimalozoo, el profesor K y el negro pajarraco ex-arroz tutu. espero el capitulo sobre avez y cuervos... especialmente el de los perros.

adios SEÑOR K. un gusto pasearse por acá.

Viddeara dijo...

Gatos... animalitos provocadores de los más extraños estornudos.
Saludos desde cerca.

pd: es excelente poder leer imágenes.

Francisca Westphal dijo...

Hay una pena grande con los gatos... a mi nunca me han gustado, prefiero los perritos! un abrazo Senhor K

Julio Suárez Anturi dijo...

Bella escena de amor, K.
Creo que sí es mejor con la lámpara encendida.

crisis dijo...

me encanta este cuento. lo conocía de la época en que éramos supervisados por cerda y siempre me gustó. podría ser un corto.

fgiucich dijo...

Los gatos siempre generan un aire de misterio. Buen relato. Saludos.

Miss Mag dijo...

Pero no será el último...y eso puede ser bueno. Saludos Sr. K.

gallardo dijo...

Creo que a mi me importa mas como se entreteje el golpe de la puerta con el sueño, o el llanto y el abrazo, porque es ahí donde esta en verdad el hombre que narra, con sus sentimientos, y pensamientos.
Los gatos por su parte, ponen la anécdota, y el lugar común del animal-misterio, el peludo-independiente, el amigo-mascota, etc.
Saludos señor K

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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