sábado, junio 16, 2007

Easy like a saturday morning

Sábado por medio, temprano en la mañana, paso por una calle donde se instala una feria libre.
Recién los feriantes están armando sus puestos de fierro, recién están cubriendo los armatostes con lonas listadas en azul y blanco, uniformaditos todos, obedientes y, seguro, también trasnochados. Van descargando los hombres los camiones, van desordenando cajas, sacos y colores: verdes distintos de acelgas, lechugas, repollos, achicorias, zapallos italianos, apios, pimentones; colores cálidos de naranjas, manzanas, ajíes; tonos de púrpura que se desparraman desde el claro rábano y el casi trasparente nabo hasta la sanguinolienta betarraga y la oscura berenjena. Hay también cebollas, puestos de ropa usada, repuestos para bicicletas, cachureos, libros. Hace tiempo me compré allí Ayer, de Juan Emar, a no más de doscientos pesos, una edición antigua y algo ajada.
Los feriantes y sus toldos de colores, su variedad de matices y olores, sus palabrotas gruesas para el oído dormido, el humo de sus cigarros y cafés, sus braseros de carbón teñido de blanco, sus mujeres con delantal y sus niños sonámbulos, todo este paisaje me sale al encuentro los sábados por la mañana -uno sí y otro no- mientras recorro esa calle habitualmente desierta en dirección a la cordillera nevada después de las lluvias. Aparecen los feriantes como sacados de un cuadro renacentista, reproduciendo sin querer esquemas áureos de composición, asomándose unos tras otros y escondiéndose, hurtándose a la vista y al recuerdo.
Camino, invisible, entre ellos, reconociéndolos, censándolos, tratando de grabar sus risas en el papel ajado de mi memoria somnolienta, dejando escapar las volutas de vapor que dibujan animales fantásticos frente a mis ojos, silbando sin querer una canción de White Stripes cuyo video clip dirige Michel Gondry, de quién vi la semana pasada La ciencia del sueño, una bonita fábula, una terrible fábula de amor e imaginación desbocada, conceptos que son un poco sinónimos en este mapa inconmesurable -feriantes incluídos- que se llama vida.
Y así va.

1 comentario:

Clementina dijo...

"sus palabrotas gruesas para el oído dormido, el humo de sus cigarros y cafés, sus braseros de carbón teñido de blanco". parece que tu percepción de la feria trasciende la cordillera... acá es parecido. Las ferias se arman por barrios, hay calles asignadas especialmente. La feria es una experiencia para los sentidos, pero sin dudas es el del oído el que sobresale. En esos lugares el silencio es señal de mal día, como la lluvia que refresca las frutas pero agrieta expresiones de sus mercaderes.
Gracias por este posteo, es bueno leerte de vuelta. Sabés que por mi jardín sos bienvenido y sería un gusto que te aparecieras por allá "entre la bruma malva del crepúsculo" como dijo alguien por ahí. besos.