lunes, noviembre 13, 2006

Noche estrellada

Image Hosted by ImageShack.us Ella lloraba. Él miraba hacia adelante, más allá del parabrisas, a la luz que se iba diluyendo hasta desaparecer y ocultar la calle en la oscuridad. No habían estrellas ni luna. Él cerró los ojos.
- Lo siento - murmuró.
Ella lloraba, cabizbaja. No dijo nada. Se encogió de hombros y siguió sollozando en silencio.
- De verdad -insistió él.
La oscuridad se cerraba en torno al automóvil. La calle silenciosa en la madrugada, apenas el ruido del motor encendido. Él acercó su mano al pelo de ella. La caricia quedó incompleta. Sostuvo la mano en el aire durante unos segundos y luego la retiró.
Ella levantó la cabeza y miró hacia adelante.
- Es tarde -susurró.
Él asintió con la cabeza.
- Lo que pasa es que no confías en mi - dijo ella sin mirarlo.
Él también miró hacia adelante. La calle desierta. A lo lejos distinguió las luces de otro automóvil. Demasiado lejos. El ruido del motor.
- No es cierto -dijo.
Ella mantuvo la mirada fija en el trozo de calle iluminada que tenían delante.
- Estoy muy molesta -dijo ella.
- Lo sé -respondió él.
Buscó la mirada de ella. La contempló de perfil. Las lágrimas aún humedeciendo las mejillas.
- Estoy realmente molesta -insistió.
Él se llevó las manos a la cara.
- Te dije que lo siento -dijo.
Silencio. El sonido del motor encendido. El maullido de un gato sobre un árbol. Las luces del auto dibujando un trozo de calle, un trozo de solera, un trozo de césped y un trozo de árbol. El gato en la oscuridad. Se oyó un crujir de ramas.
- Si de verdad me quieres... -comenzó a decir ella.
Él apartó las manos de su rostro y la miró. Ella continuaba con la mirada fija en la calle delante del auto.
- Te quiero -dijo él.
- Si de verdad me quieres -continuó ella- saldrás del auto y te pararás ahí en frente.
Él sonrió.
- Lo haré -dijo.
Ella miraba hacia adelante con los ojos muy abiertos.
- Estoy muy molesta -dijo.
Él se acercó y la besó en la mejilla. Abrió la puerta del auto.
- Podría atropellarte -dijo ella.
Antes de salir la miró sonriendo.
- Confío en ti -dijo y salió del auto.
Cerró la puerta y caminó para quedar frente al automóvil. Se acercó hasta que sus piernas tocaron el parachoques. Ella lo miró desde el interior. Las lágrimas se habían secado sobre las mejillas. Él sonreía. De pronto abrió los brazos en cruz. Ella se pasó la mano por los ojos y también sonrió. Soltó el freno de mano, puso primera y aceleró.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Por eso digo yo que no hay que tentar al diablo..

Turquesa dijo...

la rabia mueve montañas y pesa más que el cemento...no hay que desafiarla..

fgiucich dijo...

La venganza se lava con làgrimas. Abrazos.