miércoles, abril 30, 2008

El patio olvidado

De pronto, el señor K. se asoma por la ventana del patio y descubre que está invadido de malezas.
Invadido no, piensa, poblado quizás.
La salvedad está dada en que todo lo ajeno al orden regular tiende a pensarse como anomalía. Todo lo que está fuera de nuestro control nos está vulnerando.
Y mientras sobre Santiago la lluvia se cierne amenazante y purificadora, el patio se muestra en jirones de luz y sombra, revelando tonos de verde y pequeñas florecitas que como cocuyos de noche tropical se desvelan mostrando otras posibilidades de belleza.
El señor K. ha encendido un cigarro, no sabe bien si por encontrarse satisfecho con sus reflexiones o simplemente por costumbre. Y mientras contempla esta nueva maravilla que es el patio olvidado -está demás decir que el señor K. se refiere a este patio, aunque por la dudas mejor evidenciarlo- se pone a pensar en un episodio que vivió por la tarde, cuando bebía café en la terraza del edificio donde trabaja. Había un charquito donde se reflejaba el cielo y parte de otro edificio, un paralelepípedo de vidrio que a su vez iba reflejando otro ángulo del cielo. Y mientras bebía su esspreso de máquina, el señor K. observaba, absorto, la evolución de las nubes que en el charquito, abajo, se amontonaban y desintegraban al compás del viento.
Arriba, en el cielo, sucedía lo mismo, pero eso el señor K. apenas podía intuirlo.
Nubes+cielo+charco= espejos.
Todo eso sucedía y a la vez no, puesto que se reproducía a si mismo en lo efímero de una partícula de agua dispuesta a evaporarse y otra vez todo, otro día y con otro café.
Piensa el señor K.: eso fue hoy. Y luego se corrige: a lo mejor fue ayer.
Finalmente se encoge de hombros y exhala el último humo del cigarro, que se eleva dibujando piruetas.
Hay tantas cosas que contar, dice en un susurro que apenas se escucha y que se convierte en vapor que se convierte en conejo, en flor, en tortuga, en nada.
Queda la noche y el recuerdo.
Otra vez nada, piensa el señor K., y cierra los ojos y se duerme.

1 comentario:

Clementina dijo...

es como ver un foto letrada con el balance estético de quien hace de su obturador un objeto vulnerable a la sensibilidad.

Gracias Señor K. Por hacer de este lugar mi sitio preferido. Sabe qué? Me encantaría realmente, que un día de estos vaya a dejar su huellita en mi jardín. La invitación está hecha.

Saludos desde el ocre otoñal de una Montevideo viciada de vientos del sur.