viernes, noviembre 11, 2005

Calor

Las calles exudando un aire caliente que sube entre los edificios en invisibles filigranas, que se mete por la nariz y los poros y parece por un momento que es imposible respirar y entonces el olor a caucho quemado y humo te trae de vuelta, te deja sumergido en la suciedad de los buses y automóviles que colapasan las calles adoquinadas, el estertor de las bocinas y las voces que se mezclan como cuerpos blandos y sudorosos, laberintos de carnes y pieles, hombres gordos que avanzan entre la multitud como diminutos icebergs en proceso de destrucción, los mendigos esperando la muerte desde sus reductos de sombra, estirando las llagadas extremidades a la indiferencia y la nada, el rostro de una chica que se recorta como un cuadro de Lempicka, la visión pasajera de algo que debe ser la belleza, mezcla de delicado snobismo con cierta salvaje hombría, el sol que desde la perpendicularidad incendia las formas y se refleja mil veces en las ventanas y las superficie de azogue de los edificios, que multiplica las llamas de Roma en los cientos de ojos que ignorantes buscan protejerse con manos de condenada carne, el sonido destemplado de los bronces que desde el odeón vociferan algo que se parece a Piazzola y los monos que camuflados saltan entre las palmeras con chillidos imperceptibles, enloquecidos ensayando piruetas al compas de la música mientras en las mesas rojas el ámbar de la cerveza va dibujando movedizos mapas de ignotos territorios, va desplazándose quieto el aire a medida que la noche gana terreno y la música se extingue y el dibujo retruca las formas difusas de los hablantes, de los silenciosos ojos que se miran o no se miran y las manos que aletean en busca del esquivo frescor, de la promesa de la noche casi presente que se interrumpe de pronto y en un intersticio de silencio deja oír los gritos de la amante despechada que sobre la hierba exige explicaciones, otra vez el calor que no cesa y que devora lentamente a la noche ingenua con luna creciente, que devora a la chica que ahora llora sola en la sombra de una plaza, la cerveza y su estela amarilla de libaciones no es nunca suficiente para conjurar el infierno que se cierne anticipado, el desierto que poco a poco va ganando terreno y cubriendo la ciudad, el perenne reloj de arena, el laberinto definitivo que va sepultando los recuerdos bajo sus muros de aire ligero, un ojo, un rostro, un cuerpo, dos, la sentencia no cumplida de la pasión, de ese silencio que sigue y que ya no estará más.

15 comentarios:

Enigma dijo...

De una ciudad que sin duda, es como muchas mas...

Saludos

El Enigma
Nox atra cava circumvolat umbra

Dra. Kleine dijo...

Hasta una burda fotografía pegada en una pared puede provocar que uno salga disparado por ahí...
Dioses!!

Anónimo dijo...

Que caja de pestilencias , pudriciones, inmundicias, y patetismos es la que crea el asfalto como piso, el smog como techo y el cemento como paredes laterales.

pomelo dijo...

caminamos en ella y por lugares desdichados, sin sentido, ironicos, inconexos.

un beso sr.k.
mis saludos a C

Roberto_Carvallo dijo...

vengo de la calurosa capital y fue una condena caminar por ella...
y también sentí los golpes de esa sentencia no cumplida.

y como dice el cuervo.

también me dio sed...


saludos k.

Miss Mag dijo...

Diablos!, no traje mi abanico. Besos.

Hamletmaschine dijo...

Mi estimado K, tremendo relato como siempre de un gran talento, pero ya lo sabe con creces... por ahí cierta chica oscura y deliciosa, y que es nuestra amiga en común, me comentó (si concedemos la indiscreción a este espacio público) que desea iniciar una empresa que es similar a mis labores. Pues con mucho gusto le comento que estoy a sus órdenes, si puedo serle alguna vez útil en algo, no dude en preguntarme lo que sea, pues sé en carne propia lo difícil que es empezar algo así, pero también lo reconfortante que es ver algo realizado, aunque sea muy poco o casi nada.

Muchos saludos.

De Josefa dijo...

me dio pena. bah, es cierto, vengo predispuesta, pero también es cierto que algunas de sus imágenes operaron como un trocito de espejo abandonado en la calle.

algún día deberíamos hacer un reunión de blogueros. a usted no logro imaginármelo, y eso es siempre inquietante.

un saludo muy cordial y admirado de su texto.

Francisca Westphal dijo...

Mientras tu te calcinas, yo me congelo... que tal si unificamos temperaturas?

Fab Llanos dijo...

Primero me vi frente a la plaza ñuñoa. Luego en antofagasta. Me confundes!!. y casualmente discutía ayer con mi socio las supuestas cualidades del gran piazzola, que mi feroz pelao dice no encontrar, pero que cada vez que pongo en los unicos tres cds que tengo de el, me transporta, me eleva como lo harña con muchas personas, sin importar que esas letanías parezcan continuas, la una fundida a la otra, como los minutos del día, como las estaciones, como la vida. Un abrazo mister.

Claudia Castora dijo...

Me he bailado este tango pegada a su pecho sudoroso, mientras las gotas resbalan también por mi espalda que su mano sujeta.
Otra gran obra del gran K

crisis dijo...

justo cuando el calor ha amainado, estoy de regreso en las blogopistas.
salu2

Anónimo dijo...

Hace mucho que no pasaba por aca. Linda descripcion, aunque yo disfruto de las ciudades, con calor o frio, el cemento, su mugre, contaminacion y gente decechable me hacen sentir viva...y tambien profundamente sola.

Que la pase bien, la verdad ya lo estaba extranando...

XXX dijo...

Me recordaste ese poema de Gonzalo Rojas que se intitula "El señor que aparece de espaldas". Está en ínternet.

Sociedad Bakoprosa dijo...

Eleazar: Conservemos la virtud de crear armonía con las palabras... buenas letras...seguiré tu inspiración... Paz.-