lunes, septiembre 19, 2005

El regreso

Cuando despierto a mitad de la noche la encuentro sentada en la cama, mirando un punto distante que está más allá de la pared. Los cabellos de su nuca brillan por la luz blanca que entra por la ventana, los vellos de su brazo se iluminan como gotas de sudor.
Acerco mi mano a su espalda, sin completar la caricia.
- Ven a dormir –le digo.
Ella sonríe, o eso parece por el movimiento de su mejilla.
- Cierro los ojos y siento el olor de los medicamentos, de las paredes blancas, de las bolsas con suero que gotean como marcando una tiempo distinto –dice sin volverse.
Suspiro, recordando los fierros retorcidos del automóvil y la mancha de sangre con forma de estrella que se iba expandiendo sobre el asfalto de la calle, unos metros delante, rodeando el cuerpo pequeño y torcido, el cabello oscuro y desordenado. Pero no era la sangre de ella, no era su cuerpo ni su cabello.
- No es tu culpa –digo.
- No es culpa de nadie, supongo –responde y se recuesta a mi lado, rechazando el abrazo que le brindo.
Entonces soy yo el que no puede dormir. Y me parece oír, en algún lado, una carrera de pies descalzos acompañada de una risa. No es posible, pienso y cierro los ojos.
Durante el desayuno, se detuvo en mitad de un sorbo de café y en su rostro se dibujó una sonrisa nerviosa. Miraba directamente a la puerta de vidrio de la cocina.
- Ya viene –dijo.
La miré extrañado, siguiendo luego la línea recta que partía en sus pupilas dilatadas e iba a perderse en los árboles que oscurecían el fondo del patio. El sol de la mañana hacía resplandecer las briznas de hierba, agitadas por una leve brisa.
- No hay nada allí –le digo.
- Ya viene –insiste-, me lo dijo. Está lejos, pero quiere volver. Está lejos y tiene hambre y frío y ya viene en camino. Dijo que no se demoraba. Dijo que nos quería.
La sonrisa, ahora, va dirigida a mí, al igual que las palabras. Pero en sus ojos vidriosos se adivina la ausencia, la distancia ya instalada entre nosotros, entre ella y el resto, entre ella y la realidad.
Me despido con un beso en la frente y voy a trabajar. Paso todo el día sin hacer nada, preocupado. Llamo un par de veces a casa pero nadie contesta.
Cuando vuelvo, la encuentro sentada en el jardín, en una silla del comedor que ha transportado hasta allí. Las ventanas de la casa, todas las ventanas, están abiertas. Las puertas también, y las luces encendidas en todos los cuartos.
- Ya viene –me dice sin levantarse de la silla-. Está cada vez más cerca.
Entro a la casa y comienzo a cerrar puertas y ventanas. Ella no entra hasta pasada la medianoche, sollozando.
Estoy solo en la casa. Ella va a pasar unos días en lo de su madre, donde sin duda se sentirá mejor, sin estar rodeada de los recuerdos que la atormentan y que van quebrantando poco a poco su salud. No lo dice, pero sé que por las tardes se encierra en la habitación del hijo y mira sus juguetes, ahora tan inútiles. Entra al cuarto como un ceremonial, un ritual antiguo, abriendo la puerta muy lentamente como para no despertarlo. Pero no hay nadie a quien despertar. Camina de puntillas sobre la alfombra y saca los juguetes y los pone en orden sobre las repisas, los dispone en diferentes secuencias, alineados por tamaño o color, moviéndolos lentamente como si alguien acompañara el recorrido con una mano sobre la de ella. Todo eso lo sé, lo adivino.
Abro una botella de vino y lleno una copa. Recorro la casa poco a poco, revisando que las ventanas estén todas cerradas y las luces apagadas. El último cuarto por donde paso es la habitación del hijo. Abro la puerta. La luz está encendida y los juguetes alineados sobre el piso. No fue ella. Estuve aquí hoy por la mañana y los juguetes estaban guardados. Ella se fue anoche, entre convulsiones y llanto. No fue ella. Quizás sí, quizás también estoy nervioso. Apuro el vino y me agacho para poner los juguetes en el baúl. Un golpe suena en la ventana. Levanto la cabeza y no veo nada. Una rama, el viento, pienso.
Una vez que he guardado los juguetes, apago la luz, cierro la puerta y vuelvo a la planta baja. Enciendo la radio y lleno la copa nuevamente. Me acerco a la ventana y miro hacia el jardín. Junto a la reja me parece distinguir algo, una silueta. Las luces de un automóvil que pasa revela que allí no hay nada. Estoy nervioso, mis manos sudan. Un golpe sobre el vidrio, en alguna ventana que no puedo determinar. Giro sobre mis pies y recorro la casa dos veces seguidas. Siempre me detengo frente a la puerta cerrada de la habitación del hijo. Dos veces me encuentro de pie frente a ella y acerco la mano a la manilla sin completar el movimiento. Dos veces. Ahora lo que suena son golpes sobre madera.
Cuatro golpes que describen un ritmo conocido sobre la puerta principal. Bajo las escaleras casi corriendo. Dudo un momento antes de abrir la puerta, pero lo hago. No hay nadie en el umbral. Asomo la cabeza, me adentro unos pasos en el jardín. No cierro la puerta al volver sobre mis pasos. Miro escaleras arriba, inquieto, la copa vacía apretada en la mano. Subo lentamente.
La puerta de la habitación del hijo está cerrada, pero por el resquicio inferior se adivina la luz encendida. Giro la manilla redonda escuchando el mínimo ruido del picaporte cediendo. La puerta se abre sin sonidos mientras la copa estalla entre mis dedos, mientras mi sangre gotea sobre la alfombra, mientras mis ojos se van llenando lágrimas, de espanto.

26 comentarios:

Dra. Kleine dijo...

Dioses! estas cosas me pican, me clavan, sigo leyendo más y más!
saludos!

gallardo dijo...

Señor K
Excelente relato, conmovedor, porque parece vivido por Ud.
La madre es un personaje tan cercano, que parece que podemos hablarle, que podemos ofrecerle una mirada de apoyo en su dolor.
Y la casa, apenas dibujada, para no hacer sombra sobre el hijo.
Muy bello
Saludos.

Miss Mag dijo...

Maravilloso, como siempre, terrible, me dejó ud. congelada y dolida, esa era la idea, supongo, lo ha logrado. Besos tristes.

Roberto_Carvallo dijo...

menudo problema el de la muerte, para mi situación como docente me es cercana pues me acaban de llamar por telefono que un apoderado de una alumna de mi curso fue atropellado por un conductor ebrio. y mañana tendré que mirarla a los ojos y no sé como hacerlo, ni que decir.
simplemente guardaré silencio.

Fab Llanos dijo...

brutal, como siempre. Que quiere que le diga. soy la persona más anti "fantasmas" que conozco, perola historia es buenísima. Mis movimientos sacádicos no se detuvieron hasta encontrar el punto que semejaba final. Grande, señor k (gracias por el ósculo).

eme dijo...

mmm.. cobardía quizás al escribir mi comentario y llenarme de súblimes letras que se me escapan, a veces quisiera escribir tan bien como Ud para llenarme de sensaciones como ahora, pero eso es algo que sólo lo consiguen quienes se esfuerzan y tienen ese "don" o habilidad...

Espero que las manchas de sangre no formen una estrella, de ser así creeré en el destino.

pomelo dijo...

ausencias. fantasmas.
estos niños que como luz, entran en la habitacion rompiendolo todo.
fierros retorcidos, cristales en el suelo, la sangre desparramada como estrellas, un corazon que apenas late.
un beso K.

Francisca Westphal dijo...

Es unos de los dolores mas intensos que un padre puede sentir y sin duda, descrito en el desamparo de un hogar al que les faltan las risas... no sé si es una experiencia personal, pero me llegó a doler la güata al imaginarmelo... bien logrado...

Claudia Castora dijo...

Estaré atenta a sus letras, Señor K, siempre lo estoy y poco le comento, es que a veces me envuelan con sus historias de bar y me sumergen...hasta ahora, hasta el instante mismo en que logro dejarme atrapar por su relato, devastador e intenso.
Como le dije..estaré muy atenta...

TinoRO dijo...

Fantasmas en el estómago.
Culpas que toman formas de sal.

Lo leo Sr. K.


Saludos,
Tino RO.

WWW.KRISTIANZ.COM dijo...

mmm...¿lo suyo no era literatura de ficción Señor K?... noto dejos de mi estilo en este texto suyo esta vez. Veo que está husmeando mi blog últimamente, ¿aprendiendo quizás?. Interesante sabor de boca me dejó el relato, aunque para ser franco son imágenes muy cinematográficas, demasiado usadas. Poco originales. No sea tímido, si me lee secretamente deje algún recuerdo, no será menos por eso.
Kristian Zahn.

Roberto_Carvallo dijo...

El Negro Cumplió su Palabra...se fue de este Mundo.
dejó este Puterio.
así son las estrellas del Rock.
que depresivo.
adios K y Cuervo

Indianguman dijo...

Una historia de espectros multidimensionales, para mí no sólo el concreto del nino, sino otros menos explícitos instalándose en las distancias y las pupilas. Espeluznante, cierto? Y no tan imaginario.

Pilar dijo...

Me pasaría como a ella, sin duda, seguirira viendo su figura eternamente...
Tengo miedo de estos relatos, me asustan demasiado, y yo que me creo valiente...

Pilar dijo...
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Fab Llanos dijo...

efectivamente don negro arroz con huevo nos ha dejado. El muy gil cree que va a descansar en paz.... TE ECHAMOS DE MENOOOOOOOOOOOS!

Anónimo dijo...

Los observo.




BrNO2b.

Matias Leiva dijo...

vaya que toque el suyo, senti pasitos en el pasillo, se lo prometo

saludos

Hamletmaschine dijo...

Cuando el enemigo esta dentro... ya no hay nada que hacer, se pierde toda esperanza al cruzar el umbral... Entonces se sabe que nunca ha dejado de ser de noche, que en algún lugar, la pieza final encaja, en un perfecto jaque mate.

Ahora que digan que mi paranoia y yo no teníamos razón...

Sandra Carrasco dijo...

Sorry por la tardanza pero estuve una semana sin internet (de vacaciones) y no había podido venir.
Ahora te leo y te comento.
Cariños

Javier Sanfeliú dijo...

Notable, Sr. K.

¿Será por eso que no quiero hijos?

Anónimo dijo...

Me gusto, bien escrito como siempre, aunque me da la impresion que esta cambiando su estilo un poco,puede ser? Sera que de golpe se esta oscureciendo su escritura? Como siempre lo sigo de cerca...

Sandra Carrasco dijo...

Aqui leyendo medio atrasada. Bravo!! ya se que te lo he dicho antes pero lo vuelvo a decir; escribes muy bien y me gustó el enfoque distinto que le diste.
Pd:
No sé si te lo había comentado antes, pero estamos pensando editar un libro con los cuentos de la red fantasmal y hacer un lanzamiento pero para nosotros, algo nuestro!

Mexxe dijo...

Me recordó "La garra del mono" y otro cuento que ahora se me escapa.
¿Por qué espanto, en la última línea?
La madre no sentía espanto, sólo pena. ¿Será que sólo el padre puede mantener la cordura y sentir espanto? (Igual que en "la garra del mono")
¿Será que la maternidad siempre es locura, más allá del espanto?

Anónimo dijo...

Very cool design! Useful information. Go on! » »

Acercandra dijo...

Tremendo. Preciso como un cuchillo. Doloroso. (¡Y qué bien contado!)