miércoles, octubre 05, 2005

Viaje sin banda sonora

Entre las costumbres del señor K., que son muchas (aprenderse de memoria los actores y directores de cada película que ve, leer siempre el final del libro antes de decidir si lo va a leer completo, comer yogur con papas fritas, buscar su reflejo deformado en las manillas metálicas de las puertas y dormir mirando hacia la pared son algunas), una de las primeras del día, luego del aseo matutino y el café negro negro de rigor, es alistar el discman para el largo trayecto en bus que lo separa de su trabajo. Para ello tiene un bolsito negro que cobija y protege el aparato y los discos que varían diariamente desde la novena de Mahler y Yo-Yo Ma interpretando las suites para cello de Bach hasta Pearl Jam en un concierto en Lisboa o Hail to the thief de Radiohead. Entonces se cuelga el bolsito al hombro y sale a la calle tarareando sus músicas como Glenn Gould sentado frente al piano.
Pero el señor K. también es reticente a convertirse en un animal de costumbres por lo que de vez en cuando se hace una zancadilla a sí mismo y abandona los rituales conocidos, cambia el café por leche o se lanza sin paracaídas a libros de autores desconocidos. Hay días, por ejemplo, que abandona el bolsito y el discman y los discos sobre el escritorio y se lanza a las calles ruidosas de su capital tercermundista.
Lo primero son las bocinas, el ronroneo variable de los motores, un par de gritos de mujer llamando a –supone él- sus hijos, el sol que quema la piel con la suave caricia de la primavera sin consolidar. Luego viene el sonido del motor del bus, mirar por la ventana buscando sin buscar, dejar que los rostros recortados por la luz lo impacten durante un breve instante, quedarse con una boca, con un ojo, con un brillo en el pelo de una chica. Y los ruidos del bus, las conversaciones por celular, el chico que llora encaramado en el asiento, aquel otro que sí lleva su música propia y canta en voz alta a Roberto Carlos.
La ciudad, sucia y gris, a medio camino de la ruina, pasa como un paisaje borroso frente a sus ojos mientras el señor K. recuerda un arcoiris que nunca apareció en el puro cielo azulado y para el que malgastó (esto lo sabe ahora, claro) buena parte de su entusiasmo adolescente, piensa en un par de historias para escribir más tarde, piensa en un muchacho perdido en una ciudad imposible, quizás un retrato inconsciente (pero a quién quiere engañar) de lo que le pasa cada vez que vagabundea por Santiago, de lo que le sucede mientras va mirando caras y colores, mientras busca oscuros pasajes escondidos, esquiva borrachos que duermen rodeados de perros y las negras puertas se abren sólo con pedírselo.
El señor K., sentado incómodo en el asiento del bus, el rostro vuelto hacia el sol del mediodía, sabe que lo que sigue a continuación es el crecimiento de una pelotita negra en la boca del estómago. Resignado suspira, insultándose en silencio por su negación de las costumbres, por las zancadillas voluntarias, abandonado a la ciudad que no deja de transcurrir y desdibujarse, extrañando la banda sonora que habitualmente le ayuda a esquivar sus pensamientos.
Entonces voltea la cabeza y mira al tipo que sigue cantando a Roberto Carlos (tú eres mi amigo del alma, realmente el amigo…) casi vociferando y la envidia le corroe el alma.

16 comentarios:

crisis dijo...

siempre me ha gustado la veta narradora de K. son días de rock and roll y no tiene nada que ver con la música que escuchamos.

Anónimo dijo...

Sr. K.
Hoy viajé en el metro de México Distrito Federal hacia la universidad donde trabajo. No dejaba como siempre de impresionarme cómo se es nada y nadie entre muchísima gente que se ve cansada, despegada, destemplada.
Y sentí, como tu, la horrrible pelotita negra en la boca del estómago.
Curiosamente entendiste (creo que solo tú) mi post de la muñeca plasticosa que suplica tener comunicación y que alguien sepa que está viva en esta ciudad donde lo único que soy es una herramienta de trabajo, o un caballo (bonito?) de carga.

Un beso enamorado :)

Carolina Moro dijo...

Difícil escribir un comentario después del que me antecede (vaya... sin comentarios).

Lo cierto es que he vuelto. Quizás a usted no le importe que yo lea sus textos y escriba líneas crípticas que no lo son tanto (pues el ojo varía según el ángulo o el reflejo que le devuelvan ciertas manillas o lo que imaginamos al voltear la cabez y el cuerpo hacia la pared mientras dormimos).

Entonces las dos repeticiones que usted hace respecto a las zancadillas autoinferidas, las fijaciones de sus ojos oscuros en detalles, esa tercera persona que lleva una interesante inicial y que hace pequeñas listas de inusuales y peculiares detalles, me vuelve al principio de todo, al origen de la historia... ésa en que alguien de apellido M disfrutaba líneas escritas por un señor de apellido K.

besos

Francisca Westphal dijo...

Nunca me ha gustado Santiago senhor K tus letras representan el porque no me gusta: Si bien, cada uno vive esa cotidianeidad que pesa en momentos, el trabajo cansa a veces y queremos quedarnos mirando el techo, esa ausencia de miradas, esa letanía de rostros sin expresión, o será que lo que realmente no me gusta es lo que esa expresión me dice?... no lo sé, solo sé que leerte me encanta

Viddeara dijo...

Postales citadinas... ¡Cómo perdérselas!.
En la calle cerrando los ojos, 3,2,1 y las imágenes se transforman en ruidos silenciosos que calan tu mente.Se puede dibujar todo un cuadro de ellas.
Cuando vuelves a la realidad, de pronto (y quizás siempre) todo se vuelve injusto, pero la sensación de poder captarlo hace algo de trabajo.
Saludos Señor K.

Dra. Kleine dijo...

Bueno, en cada uno de tus sentires mi estimado Sr. K he de ver lo que haces y cómo lo haces. Hoy me paseaste a un lado tuyo y percibí emociones y ví hacia donde mirabas. Hoy te acompañe y me dejaste en tu casa, salí y vagué y simplemente me extasié...ahhhh que mal que no pudieras verme ahi!

Indianguman dijo...

Me gusta este texto, es como una estampa costumbrista posmoderna que me ofrece la imagen entranable de un paisano cualquiera sin su bolsito negro- o con él. Y sí es en verdad extraño cómo el paisaje nos transforma y nos traspone. Y en efecto un asunto parece ser eso de estar siempre situándonos en sitios distintos de nosotros mismos. De alguna manera los viajes en micro me remiten a la experiencia ambivalenmte de la alienación y la inclusión totales. (ah, pero igual extrano las micros de Chile, en especial la 205 que me dejaba en la plaza San Enrique). Mas al fin y al cabo, quién es uno, quizá la imagen distorsionada que nos devuelve un relejo; tus manillas me recuerdan las esferas de Escher y los escaparates de cualquier tienda.. ah, y mis espejitos, lo que guardo en el bolsito que también tengo, pero es rojo... para recordar en una de esas también el suenio, la juventud y la energía que se me fueron en cielos grises con arcoiris que no llegaron. Y quién sabe, a lo mejor algún día se pueda abandonar tanta recursividad y entregarse al flujo, cantar no más a voz en cuello a Roberto Carlos. Ese día no escribimos más :)

Por abolir las distanciás así, de un solo soplo!

Un abrazo.

Bo Peep dijo...

Lo de que cite a Yo-Yo Ma y a Glenn Gould me ha llegado al alma, Sr. K.

Marlencita... conquistando el universo dijo...

Que increíble que hagas tanto para ver una película... es admirable... yo con suerte, al terminarse mi paquete de cabritas sigo enganchada con la película

Claudia Castora dijo...

Recorrí a su lado, misterioso Señor, las mismas calles y los mismos rostros que veo a diario, sumergida en su banda sonora y en su atmósfera tan atrayente.
Un vals.
Es usted la primera persona que consulta por el nombre de mi blog, y, respondiendo a su consulta, la verdad es que no me une ningún vínculo con Madame Beauvoir, salvo el irrefrenable amor por las letras.
De hecho, la respuesta es tal vez más pueril de lo que pueda pensarse, y, a modo de relato, tengo pensado para la próxima semana relatar esta historia en tres partes, lo espero con un tecito (o prefiere un vodka?) No me falle.
Lo último: Y a raíz de lo mismo, no me atrevo a preguntarle
acerca del título de su blog, ya que prefiero dejarlo a mi fértil imaginación. Le parece?
Un beso

Distemper dijo...

Cierta amiga mía me recomendó este post, adjuntándole el comentario de la niña Moro. Y sí, me gustaron mucho. Hace un par de domingos conversaba en una banca de plaza con mi amigo Manguac y yo sin querer descubría que si no fuera por mis dos niñas probablemente hace un rato me hubiera tirado por la ventana sin remordimientos. No es la ciudad, es la bolita negra, porque he sentido lo mismo en pueblos maravillosos.

Abrazo.-

Anónimo dijo...

Interesante, me sorprendio que escribiera sobre Ud. aunque el sr. K sea mas bien una fantasia del escritor que ud mismo o no? No importa, lo disfrute, sobre todo porque hacia mucho que no lo visitaba y lo hechaba de menos...
Buen fin de semana!

Roberto_Carvallo dijo...

un salud por esa limpia y ordenada ciudad que es santiago. llena de borracho y hueones maníacos depresivos, a chucha me veo reflejado en un edificio con espejos mientras escribo este comment en mi notebook.

se despide el comesal odioso.

Anónimo dijo...

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