viernes, mayo 12, 2006

Un puñado de niebla espesa como la muerte


Sentado en el asiento anaranjado del Metro, junto a la ventana, el señor K. observa a la distancia la ausencia de paisaje. Es temprano y la niebla cubre la ciudad completa, dejando apenas visibles las siluetas de los edificios que a lo lejos esbozan la linea de un posible horizonte. No se ve gente en las calles y de vez en cuando un par de luces, seguramente un automóvil, pasa junto al tren por lo que debe ser una calle, por eso que debajo de la niebla que lo cubre todo debiese ser un automóvil y una calle y una ciudad a medio despertar.
El señor K. se acomoda en el asiento y aparta la vista del exterior. El tren también está vacío. Puede adivinar, al otro extremo, al comienzo de ese pasillo interminable que ahora se le antoja sacado de una película de Kubrick, le parece adivinar la presencia de alguien. Inclina su cuerpo hacia el pasillo para poder ver mejor, pero si hay alguien está tan lejos que es imposible asegurarlo. El tren está vacío, entonces, piensa el señor K. y vuelve la mirada hacia el mundo gris y plano que le rodea. En mitad de su campo visual un círculo blanco intenta vanamente abrirse paso entre las nubes. Sol de otoño, mortecino, un agujero incandescente, una ventana de luz que de pronto es cubierta por un muro de concreto.
Las puertas de todo el tren se abren acompañadas de una grave sirena. Nadie entra. Durante largos tres minutos las puertas permanecen abiertas y nadie entra o sale. Otra vez la sirena. Un instante antes que las puertas se cierren dos mujeres se deslizan hacia el interior del tren. El señor K. puede ver a una, que es ancha de hombros y tiene el pelo corto y teñido de rubio y viste una minifalda negra. A la otra mujer no la ve pero la intuye por el sonido de los pasos que oye a su espalda, unos metros más atrás, al final del tren.
La chica corpulenta se detiene un momento a mirarlo mientras el tren reanuda la marcha. Es blanca y tiene los ojos grises o azul muy claros. Luego se sienta frente a él, al otro lado del pasillo. Por alguna razón que no entiende el señor K. imagina a la segunda mujer también blanca, pero con el pelo negro y largo, vestida con un abrigo de cuero que le cubre hasta más arriba de las rodillas. Vuelve a mirar hacia la ciudad inexistente, hacia las calles despobladas de sonidos y de sombras y por un momento le parece que el tiempo se ha detenido. El trengusanometálico se arrastra con rapidez sobre los rieles de acero oxidado, o eso parece.
Se suceden tres estaciones, se abren y cierran las puertas tres veces y seis veces suena la sirena de advertencia. Nadie sube al tren y tampoco nadie baja. La niebla no permite ver más allá del borde de la vía e incluso en las estaciones lo que se distingue es, con suerte, un par de metros del anden. Mientras el tren está en marcha el único sonido que se escucha es la respiración agitada de la segunda mujer, que lleva un ritmo sincopado y que en ocasiones le parece que se acerca sigilosamente.
El señor K. mira su reloj, mira hacia afuera buscando el sol que ha desaparecido del todo y luego suspira. Antes de ponerse de pie mira a la chica corpulenta, que no ha dejado nunca de mirarlo, y le sonríe. La chica responde con una mueca nerviosa que coincide con una agitación extrema en la respiración de la otra mujer. Debe tener cierto parecido con Meg White, piensa el señor K. cuando se para frente a la puerta en espera de la siguiente estación. Cierra lo ojos mientras el tren poco a poco se detiene y suena la sirena de advertencia, mientras las puertas se abren y la niebla afuera le espera, mientras tras su espalda el sonido atropellado de unos pasos se abalanza sobre él y poco a poco se mezcla con una especie de gruñido, con un sonido como dentaduras que chocan entre sí.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

El vacío apunta su existencia en los trenes del metro anaranjado. En todos. Aunque a veces estén atestados.

alikis dijo...

Vaya, otra de vampiros en el metro, sólo que ahora son hembras.
El aire seco y enrarecido de la cuidad las obligó a buscar sangre para aplacar la sed.

Saludos

Enigma dijo...

El que veamos nada en el lugar, no significa que no haya nada en el... los ojos nos enañan y mucho.

Saludos

El Enigma
Nox atra cava circumvolat umbra

Unmasked (sin caretas) dijo...

mmm y me pregunto si sera asi nomas...un viaje en metro con B. White...

Besazo y espero que se encuentre usted bien

Petra del norte

Anónimo dijo...

tu poder descriptivo es magnifico!!! me parecia ver la pelicula de lo que estaba leyendo.........quedandome atrapada por las palabras..!!
Un don para elegidos.....
No tengo la misma habilidad que tu pero trato de zambullir en mis locas realidades al que lee mis relatos!!
Si quieres visitarme y darme tu opinion seras bienvenido:
www.tictac-tictac.blogspot.com
y gracias de antemano!!!!!

Dra. Kleine dijo...

Creí que me hundía entre un abismo de una dimensión y la realidad narrada.
Oh perpetua...!

felix_kof dijo...

Cuidado, es el ambiente el que engulle a sus mejores hijos, a los desprevenidos hijos que buscan describir los secretos oculto tras la realidad.

Javi! dijo...

me encanta el misterio de sus cuentos...

este me gusto mucho

Anónimo dijo...

Very cool design! Useful information. Go on! Diet pill 153 Bridgestone tires hp786 Free cancer mass email addresses nexium Rca car record player voice over ip yasmin