martes, marzo 07, 2006

Extraños recorridos de las bocas

Miró por la ventana tratando de distinguir algo. El vidrio estaba empañado. Con la palma de la mano dibujó un cuadrado en el centro de la ventana. Vio los árboles del jardín y un automóvil que pasó por la calle. En la acera de enfrente una anciana barría las hojas y las amontonaba junto a la cuneta.
- ¿Y? -preguntó ella desde la cama.
Raúl se entretenía dibujando gatos y estrellas en el vidrio. Dibujó un gato, una estrella, otra estrella, un gato y una luna. Se asomó por el cuadrado y distinguió un par de palomas sobre la hierba del jardín. Se quedó unos minutos observando las ondas que provocaban las gotas que caían desde el limonero a un gran charco que se había formado junto a la puerta de la reja.
- Te estoy preguntando qué tal se ven las cosas del otro lado -insistió ella mientras se envolvía en una frazada.
Raúl se volteó y caminó hasta el armario. Abrió la puerta y buscó algo en el cajón de más abajo. Tiró sobre la cama una polera celeste con flores amarillas y unos shorts azules.
- Parece el Sahara allá afuera. No sé como no se deshidrata usted. Debe ser algo en su metabolismo, estoy casi seguro -dijo Raúl desabotonándose el pijama de franela.
Andrea se sentó en la cama y lo miró un segundo antes de desviar la vista hacia el cuadrado que Raúl había dibujado en la ventana. Luego miró el termómetro que estaba colgado sobre el televisor.
- Es muy temprano para juegos -rezongó- y, si mi vista no me engaña, creo ver que el termómetro no marca más de diez grados.
Raúl estaba ocupado con la pierna izquierda del pantalón del pijama e hizo una notable contorsión del cuello para mirar hacia el termómetro. Entrecerró los ojos y luego se sentó sobre la cama para facilitar la lectura del aparato.
- Efectivamente, el termómetro marca ocho punto cinco grados Celsius -asintió-, pero también es cierto que ese artefacto no siempre funciona como es debido.
Se acostó sobre la cama y con un veloz movimiento de la pierna izquierda logró liberarse del pantalón del pijama, que fue a caer sobre su mesita de noche y volcó una taza con un poco de té frío de la noche anterior.
Andrea miró el té que lentamente goteaba sobre la alfombra de color burdeos.
- Vas a tener que limpiar eso -dijo.
- Pelos de la cola -respondió Raúl.
Buscaba la etiqueta en el cuello de la polera para saber qué lado era el que iba para atrás y de pronto miró hacia Andrea con cierto aire ausente.
- ¿Cuántos grados Fahrenheit serán ocho punto cinco grados Celsius? -preguntó.
Andrea iba a decir algo y se quedó con la boca abierta, tratando de recordar.
- ¿No sabes? -preguntó Raúl.
Ella lo miró un segundo y luego se volvió hacia la ventana.
- ¿Por qué los gatos? -preguntó.
Raúl siguió su mirada hasta el vidrio y bostezó.
- ¿Sabes o no sabes? -insistió.
- Como cuarenta y ocho, creo. ¿Por qué los gatos?
Raúl terminó de ponerse la polera, se puso de pie y se contempló en el espejo de medio cuerpo de la puerta del armario.
- Fauna septentrional, tú sabes -dijo mientras giraba hacia un lado y otro para ver cómo lucía.
Andrea dejó de mirar hacia la ventana y se encontró con el reflejo de la cara de Raúl un el espejo.
- Esa polera es horrible. La tienes hace años y nunca te la pones.
Raúl hizo como si no hubiese oído nada. Andrea se levantó y caminó hasta la ventana. Miró a través del cuadrado y vio a la anciana barriendo las hojas en la acera de enfrente. Luego contempló los dibujos, que se deshacían en gotas que bajaban hasta la masilla del marco.
- ¿Y las estrellas?
Los shorts que Raúl había escogido le quedaban un poco grandes.
- Eso es interesante, estoy seguro que te das cuenta. Se trata de la paganización de ciertas creencias herméticas, algo así como la espera de un Mesías, un redentor que bajará de las estrellas.
- ¿Un gato que vendrá de las estrellas?
- Eso es más bien un pensamiento humano, creo. Antropomorfismo desatado, como si los gatos no fueran lo suficientemente perceptivos como para darse cuenta de que dos más dos no siempre es cuatro.
Andrea bostezó y volvió a la cama.
- Con ese atuendo te vas a morir de frío -dijo-. ¿Qué esperan entonces? ¿Un ratón?
Raúl escarbaba bajo la cama tratando de sacar una zapatilla que se encontraba más allá del alcance de su brazo. Se incorporó y recostó la cabeza en la cama para recobrar el aliento.
- Irónico destino sería ese, aunque eso de la enemistad de ratones y gatos no es más que otro esfuerzo del hombre para llevarlo todo a un plano que le sea accesible, justamente lo contrario de lo que sucede con esa zapatilla que no puedo sacar de debajo de la cama. Si logro sacarla me voy a nadar a la casa de tu hermana. Tal vez es un ratón, no lo saben ni se hacen ideas al respecto. Sólo esperan.
Andrea se cubrió hasta el cuello y se rascó suavemente el muslo.
- La piscina está vacía en esta época del año -dijo.
Raúl se sentó al borde de la cama con aire de triunfador. Sacudió la zapatilla y se la calzó en el pie derecho. Estiró la pierna delante de si y contempló unos segundos la zapatilla y sus cordones deshilachados. Cuando bajó el pie al piso, su rostro había cambiado de expresión. Se volvió hacia Andrea.
- ¿Sabes qué es lo realmente extraño? Lo extraño va más allá de las posibilidades que nosotros, pobres mortales, tenemos de comprender. Todo se trata de mensajes en clave, de criptogramas manifestados en el humo de un cigarro.
Andrea se incorporó a medias y abrió el cajón del velador. Revolvió unos papeles tratando de encontrar algo.
- No puedo encontrar los cigarros -dijo-, estoy segura de que los puse aquí.
- En fin -suspiró Raúl-. No te esmeres, quedaron en el bolsillo interior del impermeable que usaste anoche que a su vez se encuentra colgando de las perchas que hay detrás de la puerta y que tan gustosamente instalamos el verano pasado.
Andrea se sentó en la cama, arropándose lo más posible con la frazada.
- Eres un sol -sonrió-. Esa polera te queda horrible, si me permites.
- Claro que te permito -dijo Raúl mirándose al espejo-. Eso del sol viene muy bien considerando la cantidad de rayos UV que deben emanar de esta polera.
Andrea disimuló la sonrisa y se arrastró como una oruga hasta quedar detrás de Raúl.
- El bronceador lo pusimos en una caja de zapatos, en la repisa más alta del armario del pasillo -le dijo a través del espejo-. Junto con los adornos de pascua.
Él le sonrió y se encaminó hacia la puerta del dormitorio. Antes de traspasar el umbral se detuvo. Se quedó de espaldas a Andrea unos instantes. Volteó la cabeza muy despacio.
- ¿No se vencen esas cosas?
- ¿Cómo?
- Igual que los remedios, tu sabes, si no los pones en el refrigerador o algo por el estilo.
Andrea meditó un momento y miró hacia la ventana.
- No lo creo -dijo-. En todo caso puedes leer la etiqueta.
- Tienes razón.
Después de decir esto, Raúl apoyó la espalda en el marco de la puerta. Andrea continuaba mirando la ventana.
- ¿Viste a la viejita de enfrente? -preguntó.
Raúl dirigió su vista a los vidrios empañados. De los gatos y las estrellas sólo quedaban un montón de caminos trasparentes.
- Siempre barre las hojas en la mañana -respondió y desapareció escaleras abajo.
Andrea se acurrucó en la cama esperando oír el ruido de la puerta al cerrarse. Pensó que tal vez sentiría una corriente de aire frío después.
- ¿Te imaginas si en realidad el Mesías fuese un ratón? -gritó.
Nadie respondió. Andrea cerró los ojos y metió las manos bajo la almohada.
- La piscina no tiene agua en esta época -gritó.
Esperó unos segundos la respuesta. Se tapó la cabeza con la frazada. Entonces escuchó la voz de Raúl.
- Tal vez de eso se trata.
La puerta se cerró de golpe.

7 comentarios:

Ponto García dijo...

Las estrellas y Maiakovski.

Saludos!

Claudia Castora dijo...

Sabes lo que me pasa a veces K cuando te leo?
que se me menea el piso entre el humor, el sarcasmo, la realidad dura y de pronto no me encajan las cosas. A veces siento que no es más que una tomada de pelo, y otras una construcción fina y de gran riqueza.
Bueno, eso.
Contarte que ya ando de vuelta por estos lados y también que mucha lata me da no haberte conocido en Febrero pero bien, ya llegará el momento.
Lo último, y con respecto a Enrique Lihn (a propósito del post anterior), hace rato ando detrás de un poema que hizo para un libro de fotografías y no lo he podido encontrar. Se llama "La Efímera Vulgata" y si tú supieras algo te lo agradecería enormemente.

Me alegra saludarte amigo de los gatos.

Marga dijo...

Cuento de dos y dos tampoco son cinco... aseguro: empañas muy bien los cristales!

Saludos

Unmasked (sin caretas) dijo...

Gatos.....escuche bien... gatos!!!

Oiga, senor cortazar, para cuando el tiburon??

Saludos desde el polo norte y la pregunta del millon (me uno a su amigo el sabio cuervo):

A DONDE SE HA METIDO!? Si no ponia el post este, iba a empezar a pasar algunos volantes fosforecentes por las calles, foto suya y la palabra MISSING IN ACTION, o llamar a los hospitales y centros de emergencia del vecindario..

Asumimos aqui que esta vivo, porque como dicen en este pais sajon donde resido: NO NEWS, GOOD NEWS.

Reitero mi saludo cordial desde el polo norte

PETRA and her sisters (MU/AN/UNM/FR/MP)

Miss Mag dijo...

Me quedé pegada con los gatos...el mesías un ratón...cresta. Un abrazo.

Dra. Kleine dijo...

Epa, asi nomas???


Bueno, me quede con ganas de mas jeje

Anónimo dijo...

Enjoyed a lot! »