viernes, julio 14, 2006

Medias para señoritas importadas III

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- ¿Estás de vacaciones? -pregunta la muchacha mientras se acerca a la ventana que mira hacia San Lázaro.
Oscar abre los ojos con dificultad. La habitación en penumbras gira alrededor de la cama. Trata de fijar la vista en la muchacha junto a la ventana, asomando los ojos por las rendijas de las persianas de madera, girando con lentitud el pasador para dejar entrar la luz del sol y una bocanada de aire caliente y con olor a café.
- Es un crimen lo que haces -rezonga Oscar cubriéndose la cara con la almohada.
La muchacha sonríe y asoma la mitad del cuerpo hacia la calle.
- Las personas se ven pequeñitas desde aquí -dice.
Una sensación de calor sube por el esófago de Oscar. Consigue resistir una primera embestida pero la segunda resulta fatal. Apenas tiene tiempo de saltar de la cama y correr los tres pasos que lo separan de la puerta del baño para vomitar dentro del excusado. Durante unos minutos se queda hincado de rodillas sobre el piso de baldosas rojas. El mareo lentamente desaparece. Se pone de pie y busca a tientas el botón para liberar el agua del estanque. Lo presiona y no sucede nada.
- No hay agua -grita.
La muchacha aparece en el umbral.
- Estás hecho un desastre -dice meneando la cabeza.
Oscar permanece de pie frente al excusado, sin abrir los ojos, apretando inútilmente el botón de desagüe.
- Ahí puse un poco de agua hace un rato -agrega la muchacha-, en ese balde que está en la ducha.
La muchacha desaparece. Oscar mira hacia el umbral vacío y luego se acerca al balde con agua. Sumerge la cabeza en él. Se levanta y deja que el agua le escurra por la espalda. Se mira sin mucha atención en el espejo y vuelve al dormitorio. La muchacha está asomada por la ventana.
- Tengo que irme -dice sin mirarlo.
Oscar enciende el ventilador que hay sobre la mesita de noche y se sienta en el borde de la cama.
- ¿Tienes algo que hacer? -pregunta.
La muchacha se aparta de la ventana y se arregla la falda. Lo mira y sonríe.
- Voy a comprarme medias -responde.
Camina hacia la cama y se detiene junto a Oscar, que mira detenidamente las gotas que caen de su cabeza para formar un charco sobre las baldosas.
- Son cuarenta -dice la muchacha.
Oscar levanta la mirada, recorre los muslos, la falda, la camiseta gris, los mínimos senos, el cuello, la sonrisa, los ojos, el cabello tomado en la nuca. Es casi una niña, piensa. Luego estira la mano hacia la mesa de noche y toma la billetera. Saca dos billetes de diez y uno de veinte. La muchacha los coge y los cuenta sin dejar de sonreír.
- ¿Estás de vacaciones? -pregunta.
La ventana abierta, el aire caliente y el olor a café. El sol reflejándose en las baldosas del piso.
- No -responde Oscar e intenta sonreír.
Una nueva arcada le sacude el vientre. Aparta a la muchacha para llegar al baño. Se sienta en el piso, frente al excusado, luego de vomitar. Apoya la cabeza en la pared y cierra los ojos esperando oír el ruido de la puerta al cerrarse.
(La imagen que encabeza el relato es de autoría del fotógrafo Marco Paoluzzo)

6 comentarios:

Carla de La lá dijo...

Me duele la tripa.

Indianguman dijo...

Me gusta mucho, espero la continuación.
amor cuerdo no es amor, mh. así parece

saludos

Dra. Kleine dijo...

Aunque parezca que no toy, si toy!
Ando leyendo calladita. Un mega saludo!

Escoliasta dijo...

Qué buena serie.
Aunque la sordidez hace rato que me aburre, esta no deja de tener su encanto.

fgiucich dijo...

Impecable descripciòn de una noche habanera entre tragos y medias. Abrazos.

Anónimo dijo...

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