miércoles, marzo 28, 2007

Viajes


¿Qué es un viaje sino una suerte de paréntesis, un sueño prolongado, una interrupción de la rutina?
Luego no quedan sino recuerdos esquivos, un par de fotografías, algunas frustraciones e infinidad de preguntas.
Por lo pronto, el paréntesis se cierra y la vida vuelve a sus cauces habituales, abandonando la ciudad de las cúpulas y los conductores rabiosos, de los grandes parques y los mosquitos antropófagos.
Más adelante, supongo, se entrará en detalles, en contar anécdotas, enumerar visitas y paseos, contar los adoquines de las calles de Palermo o las estaciones de tren que separan Retiro y Mitre, Maipú y el delta del Tigre, los mendigos que duermen en las estaciones del subte, la estatua de minerva con la mano cercenada en el parque Lezama (donde Martín vio por primera vez a Alejandra), la calle Jorge Luis Borges que termina en la plazoleta Julio Cortázar, la noche que se cerró sobre las callecitas para más tarde iluminarlas con rayos que partían de lado a lado el cielo y luego la lluvia que cayó sorpresiva y violenta, como telón traslúcido de un teatro que termina la función.
Tantas cosas para contar.
Y esto nunca fue una caverna para el disfrute del eco. Siempre hay alguien que lee, que observa y sonríe. Esto es apenas una pizarra, un silencio que se prolonga dibujado con palabras.

1 comentario:

fgiucich dijo...

Esperamos el relato completo. La introducciòn, buenìsima. Abrazos.