miércoles, julio 12, 2006

Medias para señoritas importadas II

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Ahora si es tarde, piensa Oscar. Avanza por las callejuelas del barrio viejo decidido a caminar hasta el apartamento que ha alquilado. El recorrido no es largo: por Obispo hasta la manzana de Gómez, cruzar el Parque Central hasta el Hotel Inglaterra, meterse por San Lázaro, dos calles, tres pisos, una puerta azul. La botella con un poco de ron en la mano. Un grupo de mujeres camina unos metros más adelante. Ríen con fuerza y se dan empujones unas a otras. Oscar las alcanza. De reojo mira sus caras. Las ojeras las delatan, una excavación violeta bajo los ojos.
Oscar se detiene frente a la demolición que hay en la esquina de Obispo y Cuba. Trozos de sanitarios y gruesos cables desparramados entre columnas y piedras blancas. Un par de hombres duermen junto a una estatua de aspecto griego. Oscar destapa la botella y bebe un último trago. ­Deja la botella vacía junto a un montón de escombros. El grupo de mujeres se ha adelantado, ya no puede verlas. Sigue recto por Obispo. Mira hacia el interior de los bares. Horario continuado, una noche permanente circulando entre las mesas. Un hombre duerme junto a un vaso de cerveza bajo la mirada indiferente del garzón. Un hombre sospechosamente parecido al otro que dejó varias calles atrás, sobre una mesa plástica con vista a una plaza. Todos los borrachos se parecen, piensa Oscar.
Las calles vacías, el asfalto húmedo cubriendo los adoquines y el calor. Oscar camina con paso lento, nunca completamente borracho. Todas las tiendas cerradas. Una droguería, la vitrina repleta de frascos de color marrón con pequeñas etiquetas blancas. Oscar se detiene frente a los frascos, la mirada fija en un punto más allá de la vitrina. Un hombre pasa a su lado montado en un carro a pedales. Le grita algo. Oscar no alcanza a entender. Lo ve alejarse, doblar en una esquina, desaparecer. Otra vez la vitrina. Los frascos alineados uno junto a otro, las etiquetas indescifrables. Otra noche, otro lugar, piensa Oscar y se aleja, vuelve a sus pasos sobre el asfalto húmedo.
La gente reaparece antes de llegar al Parque Central. Los taxis se amontonan en la calle. Las mujeres que vio antes están sentadas junto a los automóviles, conversan con los conductores. Un murmullo se extiende desde ellos. Oscar busca dónde sentarse. Finalmente opta por el frontis de una librería cerrada. Al otro lado de la calle hay un restaurante de comida italiana. En la esquina está el lugar donde Hemingway venía a emborracharse. Apoya la cabeza contra la reja de la librería. Entonces la ve, casi una niña. La muchacha está de pie en la esquina.
(La imagen que encabeza el relato es de autoría del fotógrafo Marco Paoluzzo)

4 comentarios:

Unmasked (sin caretas) dijo...

Siempre me han gustado los titulos que le pone a sus posts. Es eso lo que piensa primera antes de escribir?

Son originales, y no siempre estan totalmente asociados con el post.

Muy bueno, paso temprano por estas latitudes, espero que este bien

Un beso inmenso

Petra

alikis dijo...

Escena que se repite.
Espejismo o fantasma?

Saludos

Anónimo dijo...

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