miércoles, julio 13, 2005

Dibujos de ampolletas y signos

Parado en mitad de la calle, el señor K. se esforzaba en atraer la atención de los noctámbulos levantando a todo lo que daba su brazo una pequeña ampolleta. Por un momento, antes, durante la tarde, había pensado en algo más efectista, como un pez tropical nadando dentro de una juguera o un milodón disecado que guarda bajo siete llaves en su sótano, pero el discurso falaz del efecto inmediato no es lo suyo, demasiado bien lo sabe. El señor K. es, ante todo, una especie de nuevo científico, un tipo que se encarga de abrir ventanas donde no las hay, y no por nada en su cuarto, junto al retrato de Joyce y Arlt, hay una pequeña fotografía de su coterráneo Nikola Tesla.
Imbuido en este espíritu iluminista –que encuentra su correlato inmediato en la ampolleta que se esmera en mostrar a todo aquel que pasa-, el señor K. ha decidido que esta noche es la noche. A desmedro de variopintos comentarios que desde su círculo íntimo se le han hecho llegar por distintos medios (correos electrónicos y telegramas, telefonazos con expresiones soeces, un graffiti en la fachada de su casa, un par de palomas kamikazes con rotundas amenazas adheridas a sus patas, por ejemplo), ante la mofa solapada o la histérica crítica, decía, el señor K. sólo se ha encogido de hombros y ha esbozado su ya conocida sonrisa.
Helo aquí, ahora, de pie sobre un enclenque cajón de manzanas en mitad de una calle, levantando en su mano una pequeña ampolleta y consiguiendo, por fin, la atención de un reducido grupo de transeúntes que se han detenido, la mayoría sólo a descansar un momento antes de seguir su camino, y lo miran intrigados esperando que el señor K. comience su acto, si es que se puede llamar acto a su propósito de demiurgo amateur.
Ante la expectación creciente, el señor K., sin bajar la ampolleta ni un milímetro de su pedestal de carne, hace un gesto que llama al silencio con la mano que le queda libre. De inmediato las luces, todas las luces de la ciudad, de todas las calles, casas y oficinas, se apagan, brindándole el telón oscuro que necesita para su alquimia. Se oyen gritos de pánico, carreras, golpes, llantos. El señor K. permanece imperturbable, oculto en las sombras y el silencio. Los que le rodean, intuyendo la maravilla, también guardan silencio. Poco a poco una luz comienza a nacer, rompiendo la crisálida de la noche. La ampolleta se enciende lentamente, sin encandilar a nadie ni mostrar la silueta del titiritero. Algunos observan con desconfianza, la mayoría sonríe.
La luz, como un cocuyo inquieto sobre el mar turquesa del Caribe, comienza a moverse. Primero en espiral, luego dibuja círculos concéntricos. La primera exclamación de asombro surge cuando la mariposa de fuego extiende sus alas después de haber descrito su metamorfosis previa. Las siguientes exclamaciones van agrandando los ojos de los espectadores. Ante ellos aparece un león encaramado en la rama de un árbol, contemplando la noche estrellada de África; un galeón surcando las aguas agitadas del océano; una niña que ensaya el ritual del té, inclinada sobre la mínima mesa y las delicadas porcelanas. Y sigue, por un tiempo inconmensurable.
De pronto la ampolleta pierde el brillo, parpadea, muere. Y las luces de la ciudad se encienden nuevamente mientras algunos se refregan los ojos o sacuden la cabeza, mientras se miran asombrados unos a otros sin comprender lo que acaba de suceder.
En ese momento, en otra calle, en otra ciudad, sobre un frágil cajón de manzanas, el señor K. vuelve a levantar su brazo, mostrando una ampolleta que todavía no termina de enfriarse.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

La ciudad cotidiana mas lo extraoerdinario.

Muy bonito.

pomelo dijo...

la ampolleta se enciende y extiende la belleza sobre un mundo oscuro.
un beso, talentoso sr. k.

Hamletmaschine dijo...

Por alguna razón me llegan chispazos del cuento clásico de Andersen "La niña de los cerillos", siempre hay instantes de magia en las grandes ciudades, es cuestión de buscar, y de estar abiertos... muy bella narración, ésta y la anterior, seguimos en tránsito...

Saludos

Dra. Kleine dijo...

Ilumíname ohhh ampolletina.., vamos, más y mas!

Muy lindo y además bastante creativo! siii!

Roberto_Carvallo dijo...

tu relato ensoñador me puso triste,esta lleno de melancolía, me hace pensar en todas esas personas que van a la contra, luchando contra los grandes molinos de vientos, o como lo hace tu personaje, levantando la ampolleta en busca de la transformación, que generando una luz que solo es apreciada por pocos.
me hace pensar en la imagen de los tristes profesores, que hablan y hablan frente a un público que no le intereza un carajo lo que dicen, lo bueno es que siempre hay una o dos personas que pueden ver la luz de las luciérnagas.

ciao, se despide Obtimus Primer...
Transformers... ta ta ta ta ta.... transformers.

pronto hay que buscar la oscuridad vituminosa, un cuervo y prender un par de ampolletas en un bar.

Distemper dijo...

Sr. K: quería agradecerle su comentario en mi blog, me iluminó la tarde de ayer. Igual que este relato la tarde de hoy. Me gustaría poder escribir así.

Un gran saludo.-

sole poirot dijo...

llueve la luz, y sin aviso
ya es una ninfa fugitiva ...

(lorca)

sole poirot dijo...

tu cuentos me ponen los pelos de punta como estas sutilezas
(aquí está la ninfa fugitiva)
http://www.flyingpuppet.com/shock/namsan.htm

Sra. Chayo dijo...

Y claro, el señor K. es un iluminado a prueba de encendedor, más fuerte que una cerilla y más permanente que un fogón. Si encuentra la palabra sobre la que escribí otra, es que ud. realmente es un hombre de ciencia...

... pero claro...

... de ciencia ficción...

Anónimo dijo...

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