sábado, julio 02, 2005

Escritura y muerte

Apartado de estos patios por unos días, cerrados los postigos hasta hoy, en que los dejo abiertos de par en par para que el aire frío de este nuevo invierno se meta en la habitación con su fuerza primigenia y la lluvia vaya lavando mis letras, mis ojos y la piel que a veces se desprende de mi pecho.
Escribo siempre, lo pegue a este diario mural binario o no. Escribo siempre, como un vicio muy nocivo, como una necesidad de condenar mis fantasmas al olvido. Fantasmas que son recuerdos y dolores, que son urgencias, que son flores oscuras que crecen en los bordes de las calles. Escribo por mis muertos, por todos mis muertos, los que fueron y los que serán.
Y es que la escritura, al final y quizás como la fotografía (esto ya lo dijo Barthes), es una pulsión de muerte, una necesidad de retratar muertos y cadáveres. Fantasmas, he dicho antes, recuerdos también. Palabras que se hilan y entrecruzan sin necesidad casi de esfuerzo. Incluso al hablar de urgencias me remito al carácter efímero y transitorio de todo. Una urgencia es algo que surge, que carcome, pero una vez fuera, escrita o fotografiada, lo que queda es el vacío. Otro término para considerar en este juego de palabras.
Escribir es también sangrar, extraer, examinar, reacomodar, analizar y explicar, es disecar, rellenar con algodón un cadáver o clavar con un alfiler una mariposa contra un muro.
Escritura como imagen de agonía y soledad, que es otro tipo de muerte, quizás más dolorosa por tratarse de la muerte del sistema de relaciones sociales y el cadáver, el hombre/mujer solo, se ve cada mañana en el espejo de sí mismo, a falta de los otros, y no se extingue como con la muerte física.
Escritura como eternidad, como trascendencia. La traición de la palabra que nos condena a desaparecer, que desde un inicio nos deja atrás, nunca adelante ni al lado. Escritura, palabras, silencios, la página en blanco, muerte.
Un blog con textos escritos desde el anonimato del seudónimo, de la fotografía de un rostro tras un plástico que la oculta parcialmente. Otra cara de la muerte, de esta especie de tanatología escrita, de este entrar al mundo de las palabras como quien entra al pabellón de las autopsias. La precariedad del soporte digital es quizás la que más acomoda a la escritura y a la lectura como acto transitorio. Así como uno puede recitar al viento que recoge las palabras y las deja planear como pájaros de papel, así se escribe esto en un lugar que no está en ninguna parte y que por lo tanto no existe.
Esto que aquí escribo soy yo, como le decía a Cloe en otro sitio, pero un yo despojado de cualquier atadura física y semántica que lo condicione. Una escritura desde lo que en el romanticismo era llamado espíritu. Una escritura de Hades, una letra que comienza a dibujarse en las aguas que surca la barca negra de Caronte: la escritura de los muertos.
Detrás de estas ventanas llueve nuevamente. En otro lado un japonés recita de memoria 83.431 dígitos de pi, un tipo camina por la cuerda floja sobre las catarátas del Niágara, dos mujeres empacan su ropa y libros para cambiarse de casa, un chico vestido con levita y corbata recibe cartas de una muchacha que escribe como hombre y lleva un vestido de vaporosos pliegues, imagen decimonónica de jóvenes poetas.
Todo eso pasa. O se escribe. Ya lo dijo el Bardo por boca de Hamlet: Words, words, words.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Escóndete y no dejes de escribir. Que no te sale de muerte el texto, sino de vida para mis ojos.

Carolina Moro dijo...

Desunir la realidad con la ficción, o subir los muertos a nuestra espalda como usted menciona (muertos reales y muertos creados). La agonía de las relaciones sociales nos hace un nudo en el estómago y la garganta. Convivir con el espejo de uno mismo y con sus fantasmas, nos hacen pisar muchas veces en falso y muchas veces levitar como mariposas sin alfileres.

Escribir como un acto de refugio. Como un pequeño colchón que simula una pared de vidrio que nos separa del resto de las cosas y las personas; es decir, una pared que no es realmente tal.

No se ría, se lo advertí.

Hamletmaschine dijo...

Un texto lleno de imágenes e intenciones, pero sin las ataduras o los dogmas de los lugares comunes... ¿Qué sería de la escritura de estas bitácoras sin la inmediata interactividad que crea la red? El instante se disgrega y crea sus propias resoluciones... vaya espectros...

Un enorme placer volver a leerle, un saludo muy cordial desde aquí...

Sra. Chayo dijo...

Sr. K.
Yo estoy a dieta de letras, la carroña ya me hizo mal. Como dijo sarduy, la escritura es una operación sexual. Y si, ya esta bueno que se ponga a régimen ud tb.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

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