viernes, mayo 06, 2005

La posibilidad de otra mirada

¿Qué fue lo primero que vio Odiseo de vuelta a Ítaca? ¿Cómo lo vio?
Existe de pronto una especie de espejo que se nos viene encima con todo, que sale de la nada como los famosos conejitos de Cortázar, un espejo con forma de un ojo que no es el nuestro y nos devuelve algo, triste, terrible o alegre, no importa, nos devuelve algo que creemos haber perdido o que hemos olvidado y es quizás la manera en que la vida nos saca la lengua o simplemente nos deja KO sobre la cuneta, con el labio hinchado y sangrante.

Image Hosted by ImageShack.us


Hoy despierto con mucho rock, quizás porque hacía un frío de mierda o quizás porque ya lo venía necesitando después de tanto escuchar jazz y electrónico. No Code, de Pearl Jam, primero -don't it make you smile?don't it make you smile?when the sun don't shine? (shine at all), canta Vedder con una tristeza profunda, en esa que se mezclan las lágrimas una pequeña sonrisa-, y luego un intensivo de REM, gracias a un viejo casette que encuentro, grabado de un especial de la Rock & Pop si no me equivoco, donde Stipes se manda un cover de One, de U2, que casi deja por los suelos a Bono.
La inyección de adrenalina funciona bien, pues me despacho diez páginas que me tenían atragantado hace rato, para la dichosa novelita que mencioné antes. Luego apliqué algo de inspiración al comic y ya pude sentirme satisfecho, como si el día se hubiese completado, como si en África los niños ya no se murieran de hambre ni de SIDA ni de guerra civil.
Suele suceder que uno se vuelve autocondescendiente cuando esta feliz, y quizás es una de las prerrogativas de ese estado: una suerte de inconsciencia. Pero, como dije antes, siempre está el conejito agazapado y esperando, ansioso por salir de su escondite.
Por la tarde voy con mi sobrina por la línea cinco del metro a reunirnos con mi hermano -su padre- en Plaza Baquedano. La chica tiene ocho años -los cumplió hace poco- y va callada, casi triste diría yo. Supongo que pensé lo mismo en ese momento y le pregunté si tenía sueño.
- Estoy pensando -respondió mirándome.
No hubo en el silencio que siguió a esa frase espacio para una respuesta. Y sus ojos abiertamente tristes me dejaron sin habla. Levanto la mirada y me encuentro con la constelación de luces amarillas de las calles de Santiago, inmóviles ante el paso del tren, y en mi garganta se empieza a formar un nudo y aprieto con fuerza los labios y los dientes y voy sintiendo como el nudo se agranda y me niego a que suceda, me niego rotundamente a dejar escapar al conejo que ya se agita en mi boca. Conozco el cuento y sé muy bien que nunca vienen solos.

2 comentarios:

crisis dijo...

oye pavel, veo que tú entrada al mundo de los blogs ha sido frenético y sin freno. desde lisboa, todos los blogs me parecen reales.

Ligustrino Campana dijo...

Ya no sé qué iba a comentar, si era de los conejos, o del balcón o el anaquel. Sólo siento la duda dando vueltas en mi cabeza, preguntándome qué sería lo que tenía triste a tu sobrina.