sábado, mayo 28, 2005

Un día en la vida del señor K.

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Aviso: Por razones que no viene al caso mencionar, es decir, que más bien son estados de ánimo que razones, inaprensibles veleidosidades (y he aquí lo que podríamos llamar un sintagma cristalizado), he decidido a partir de hoy jubilar la identidad de Silvio Astier, que si bien tenía relación directa con eL JuGueTe RaBioSo por tratarse de su protagonista –me refiero a la novela de Arlt- la verdad no tenía demasiada relación conmigo. La nueva identidad que adopto ahora es la de El señor K., que a quienes me conocen les parecerá absolutamente razonable y a quienes no me conocen les importará un bledo. Ofrezco a continuación una sucinta relación de los hechos acontecidos el día 27 de mayo de 2005 en la vida del señor K.

10:00 - El agua caliente borra los últimos rastros de un sueño rarísimo, donde me encontraba en medio de una calle de adoquines y en un portal se encendía una luz.
11:00 - Una chica apaga un cigarro a medio fumar contra un poste y lo vuelve a poner en la cajetilla antes de subir al bus.
11:26 - Un hombre y una mujer bailan dentro de un automóvil rojo (afuera) y la voz de una chica habla acerca del aumento de aminoácidos en la sangre (adentro).
12:58 - El altísimo, un vagabundo que se viste de mujer y arrastra tres carros de supermercado por la calles del centro, ha instalado su insólito bazar en Lastarria. En un enorme cartel puede leerse: HOY SÓLO ATIENDO MUJERÍSIMAS.
13:05 – Una chica con cara de pocos amigos está parada en la esquina de Rosal y Lastarria. Sobre el hombro carga un maniquí.
13:42 - Minerva Urbina, una chica guapísima de un trabajo donde estuve. Tiene nombre de personaje de García Márquez y una sonrisa como de mariposa. Me da su autorización para usar su nombre en algún relato futuro.
15:12 - Almuerzo en calle Compañía 1255, restaurante La buena mesa. Sentado en el segundo piso de una vieja casona, junto a una ventana con vista a un patio interior que parece abandonado. Un helecho enorme, un limonero y tres árboles más que no puedo identificar, una casucha de madera y al fondo una fachada estilo romano, con columnas y todo y en el friso escrito PARTIDO NACIONAL. Tocan Silvio Rodríguez mientras almuerzo en una mesa cubierta con un sucio mantel a cuadros azules y negros. En la mesa de al lado un tipo conversa con otro sujeto, que dice ser abogado.
- No es posible que reacciones de esa manera.
- Pero es que así soy, hueón. No aguanto.
- Tienes que contar hasta diez. Tienes que aprender a contar hasta diez.
- No puedo, hueón. Así reacciono. Es parte de mi pega.
Y así unos diez minutos.
Derivan luego a comentar lo que parece ser un caso que acaban de ganar o, quizás, un simple careo.
- Es que un actuario, que ve tanto pillo, tanto delincuente, debe poder reconocer a un gallo honesto cuando lo tiene al frente.
- No tiene nada que ver eso, hueón, nada que ver.
- La verdad siempre acaba por imponerse. Eso creo yo.
- Estás loco, hueón. Cuando hay que decir la verdad se dice la verdad y cuando hay que mentir se miente. Esa es mi pega.
Se quedan en silencio un arto, mirándose. Luego intercambian números telefónicos y se van. El abogado se llamaba Gonzalo Vecino.
16:00 - Trabajo.
22:37 – El Bar de René, en Santa Isabel más o menos a la altura de Condell. Un Sucucho de viejos durante el día que se convierto en un hervidero de rock por la noche. Faith no More, Incubus, Pearl Jam, Iron Maiden, los oídos taladrados por la música fuerte, la boca seca por la cerveza y el cigarro. Una chica me cuenta lo feliz que es estudiando Educación Parvularia. Le brillan los ojos cuando habla de niños. Su novio es baterista de un grupo de no sé que estilo, pues no logro escucharlo cuando me habla desde el otro lado de la mesa. Otra chica se dedica a sacar fotos con su cámara digital. El documento de la historia, la prueba de que una vez estuvimos allí reunidos, el recuerdo enjaulado. La prima de esa chica trabaja conmigo y está sentada a mi lado. Cada cierto rato conversamos, de música, de algún compañero de trabajo que nos parece gracioso, de la pega, me cuenta que su ex la golpeó una vez y que desde entonces no soporta el contacto físico. Me dice que los embutidos le dan asco y que su papá tiene fijación con las negras.
- ¿Con la cultura negra? –le pregunto.
- Eso dice él, pero es mula. Es con las negras, le gustan las negras al muy caliente.
Se pone a reír y la miro y pienso que se ve bonita riendo.
02:19 - Borracho y feliz, sentado en el bus de vuelta a casa, mirando por la ventana, tratando de reconocer la ciudad nocturna que va quedando atrás, como retazos de un sueño, como una calle larguísima cubierta de adoquines donde de pronto, en uno de los portales, se enciende una luz.

1 comentario:

Bárbara Avello Vega dijo...

qué diá...buen observador