martes, junio 14, 2005

Los otros

Entre la escritura de la novela que no avanza, que se entrampa en las fotografías de un protagonista que no se sabe bien si huye de los muertos o los persigue, que se maravilla ante los dibujos procaces de una púber, que comienza a naufragar en la desesperación de plazos que se acaban, de la imposibilidad de un final donde las imagenes son echadas al mar como cenizas de un cadáver; entre todo esto tambien yo sozobro, perdido y desorientado por la dirección de las nuevas corrientes oceánicas que me arrastran, rodeado de peces de colores que en medio de la oscuridad a veces brillan.
Y me busco, para no extraviarme del todo, cerrando los ojos.
Y me encuentro en la imagen contrastada que me devuelve la ventana en esta tarde de lluvia, de pelotas de fútbol que una y otra vez inflan las redes de un arco, repetición infinita y fractal del fracaso; de terremotos no tan lejanos que nos vuelven a abofetear el rostro insolente, que nos demuestran nuevamente la precariedad de la vida, pobres hormigas soberbias extraviadas en el cosmos.
Y encuentro a otros a los que he heredado, reflejos distantes que me condicionan como de alguna manera todos los que se llaman Pablo terminan pareciéndose en algo. Me encuentro con otras vidas que he tenido o me han inventado, con futuros o pasados posibles o soñados.
Bradbury, en Crónicas Marcianas (tengo una edición con prólogo de Borges que es una delicia y que ahora estoy releyendo por varias razones), escribe: "El señor K entró y miró a su mujer sólo un instante. Sacó luego del arma dos fuelles vacíos y los puso en un rincón. Mientras, en cuclillas, Ylla trataba inútilmente de recoger los trozos del vaso".
Brecht, certero como un arquero mongol, dice en Historias del señor Keuner: "El señor K. estuvo esperando algo todo un día, luego una semana y por fin un mes entero. Al fin se dijo: Podría haber esperado perfectamente un mes, pero no ese día ni esa semana".
Por supuesto, nunca puede faltar Kafka, el señor K. por excelencia: "Al llegar K. ya era tarde. Una nieve espesa cubría toda la aldea. La niebla y la noche ocultaban la colina y ni un rayo de luz permitía ver el gran castillo. K. permaneció mucho tiempo sobre el puente de madera que iba de la carretera general al pueblo, con sus ojos levantados hacia aquellas alturas que parecían vacías", escribe en El castillo.
Más cerca en el tiempo y el espacio, en El nieto de Kafka Elbio Rodriguez Barilari no se anda con chicas: "El Señor K. engulle un puñado de anfetaminas. Después va hacia el fax. Pisa un montón de compact-disc que quedaron en el suelo. Resbala sobre los escurridizos estuches plásticos y cae contra el equipo de sonido".
Para terminar, y no por ello menos importante, Freud sindica otros comportamientos que son dignos de apreciar en El análisis de un caso de histeria: "Pero Dora sintió en aquel momento una violenta repugnancia; se desprendió de los brazos del señor K. y salió corriendo a la calle por la puerta interior".
¿Cuál de todos ellos soy o fui? ¿Cuál seré mañana, mientras busque en el espejo de la lluvia la imagen que nunca encuentro, un fotógrafo acodado sobre la baranda de un barco mientras ve que sus recuerdos se van hundiendo poco a poco en el mar del sur?

7 comentarios:

Carolina Moro dijo...

Es algo complicado un comentario ahora, justo después. Quizás porque hay un cierto peso que aprisiona tu cuello y hace bajar tu cabeza y perderte en las gotas de la lluvia o en las vidas sufridas de otros. Tal vez no exista ni siquiera la falta de ideas o las ausencia de cierres geniales o correctos para tu historia. Quizás. O sólo sea el día. En eso estamos ambos, creo. En este proceso de crear, de vivir dos vidas, hay cierto desgaste, una pizca de desgano y un centímetro de desilusión. La música, caminar, dormir, estar solo. Cada uno con sus armas. Las de los otros, son de los otros.

Carolina Moro dijo...

No, no la he visto. ¿Las coincidencias por el nombre "la señora G." "El señor K" o por sensaciones que parecen golpear dos ventanas simultáneamente y esconderse rápido en alguna esquina?

Carolina Moro dijo...

Me lo imaginaba. Curioso, sí. Pueden haber otras palabras también, otros conceptos o adjetivos. Extraño, pero extraño bien.
vaya! Tres comentarios seguidos míos. Suena a conversación con minutos de atraso. Quizás nos van a odiar.

Cpunto dijo...

el postigo se ha quedado abierto: en un tiempo que no podemos precisar, el paraguas del sr k se abre y deja caer una tinta azul bastante espesa, al mirarla con atención, veo que está constituída por un millar de letras, entonces digo, no es tinta, son palabras, es silencio también, toda una oración, una canción completa la que el sr k acaba de encontrar y que ha llevado siempre sobre su cabeza (y es que hasta entonces, no había llovido aguas de mares tan profundos).
Cierto, la lluvia no se detendrá.

Anónimo dijo...

Mr. K : de cuando fuiste un señor londinense
Don K: de cuando fuiste un hacendado
El K.: de cuando te apodaban los otros niños por tu pelo Korto
Mi K.: de cuando fuiste mi amado novio
B. K.: de ahora que eres un Blogger K.
M. K.:Maravilloso, mi estimado K!

Sra. Chayo dijo...

guarde la direccion de el cuento sobre el señor K. la leere luegod e qu etermine de hacer este trabajo que me tiene hastiada. Solo queria decirte una cosa señor K :

Bello!
eres tb.

Lino Solís de Ovando G. dijo...

no conocía tu página. me dio gusto acordarme de los viejos libros de bradbury. qué buenos cuentos. gracias por eso. te sigo leyendo.