sábado, junio 11, 2005

Martín en las ciudades II

(Si quieres leer el capítulo anterior pincha aquí)
Cogió el auricular al cuarto timbre.
- ¿Aló? –dijo.
No respondieron. Martín puso atención y pudo oír ruido de calle, el murmullo de gente conversando en la distancia. También le pareció oír el sonido de una respiración apagada.
- ¿Aló? –repitió, acomodándose sobre el piso.
Escuchó un leve carraspeo, seguido por una voz de hombre que parecía dudar de algo.
- ¿Minerva?
- No.
- ¿Con quien hablo?
- ¿Con quiere hablar? –preguntó Martín.
- ¿Quién es usted? –grito la voz al otro lado.
- No es necesario que me grite –se quejó Martín, molesto-, basta que me diga con quién quiere hablar.
Hubo un sonido que parecía ser algo estrellándose contra un muro.
- ¿Qué hace usted ahí? ¿Dónde está Minerva? –grito el hombre.
- Ya le dije que no es necesario gritar –insistió Martín, que se sentía particularmente tranquilo.
El sujeto al otro lado de la línea gritó algo más que Martín no pudo entender y colgó. Martín apartó el auricular de su oído y lo volvió a su sitio mientras se ponía de pie. Miró por la ventana sin reconocer la calle. Se rascó la nalga derecha y recordó que estaba desnudo. Apartándose de la ventana fue a sentarse en la cama, entre las sábanas en desorden.
Observó la habitación, sin más mobiliario que el que había adivinado cuando abrió los ojos en la penumbra. Ahora que el cuarto estaba iluminado por completo vio que los muros estaban pintados de color verde pálido y que en la muralla de la derecha había colgada una pequeña reproducción de lo que parecía ser una pintura de Mordecai Ardon. Presa de la curiosidad, Martín se levantó y rodeo la cama para mirar más de cerca la lámina.
- Casi parece un original –dijo en voz alta mientras acercaba los dedos a la superficie rugosa de la pintura.
El teléfono volvió a sonar. Martín giró sobre sus talones y contempló el aparato negro que se estremecía a cada timbrazo. Parece una cucaracha, pensó. Luego del quinto timbre el bicharraco calló. Desde el otro lado del cuarto Martín tuvo la certeza de que eso no era bueno.
- Va a venir –dijo-, el teléfono dejó de sonar porque el sujeto ese ya viene para acá.
Comenzó a buscar algo de ropa. De la que el llevaba el día anterior no encontró rastro alguno. Y cuál fue el día anterior a éste, se dijo, me pregunto si hubo algún día anterior, porque esto más bien parece un comienzo que una continuación. Abrió las puertas del ropero que estaba junto a la puerta. Entre un montón de abrigos de mujer, de todos colores y tamaños, encontró un traje completo. Un par de camisas dobladas dentro de un cajón, en la parte inferior del ropero, junto con unos zapatos negros que estaban bajo la cama, completaron la indumentaria.
- Si hubiese una corbata –dijo Martín, mientras revolvía los cajones-, una corbata que haga juego con el traje y con esa camisa blanca. No pido más.
Y la corbata, una serpiente de color burdeo, parecía jugar a las escondidas con él porque dio con ella cuando ya había perdido toda esperanza, al fondo del cajón donde estaban las camisas.
Se vistió sin prisa, mirándose en el espejo que estaba pegado a la puerta del ropero. Una vez listo, se acercó a la puerta y giró la manilla, que se quejó con un chillido de rata asustada.

7 comentarios:

Yvette Reydet Saieh dijo...

Hola Señor K

He leido algo de Bukowski, uno de los escritores malditos si bien entiendo, pero la verdad es que no pude terminarlo, no sé si sería mi estado de ánimo pero me deprimió, quizá deba hacer el intento otra vez.

Por otro lado no he visto nada de Henry Miller, sólo sé algo por la película Henry y June.

Gracias por tu visita, seguiré con atención como se desarrolla tu historia. Desde hoy ya estás incluído en mi lista. La Comunidad siempre crece.

Saludos
Yvette
La Libélula

Carolina Moro dijo...

Bukowski es la decadencia misma en diálogos y descripciones, además de ser siempre protagonista de sus historias. No a todos les gusta; obviamente a mí sí.

Sobre Martín II se me vino a la memoria una conversáción telefónica en un cuento de Carver. No es plagio, es coincidencia, pero definitivamente es un halago para ti.

Cpunto dijo...

el teléfono cucaracha, como esa máquina de escribir con patas y antenas, te puede transformar en otro, en eso que odiaste, quizá,
hasta que minerva aparezca,

una muy buena foto has tomado acá sr K.,

C.

Sra. Chayo dijo...

Mi papá cuando trabajaba en el banco ocupaba una corbata como se serpiente... conocio a su nueva secretaria y la serpiente se volvio anaconda. Ahi lo ahorcó, y ahora le tengo fobia a las corbatas y a culebras, guzanos, serpientes. Debo reconocer que derrepente los spaggetis toman formas horribles!. ¿psysho yo?. Na..

Felicitaciones, me gusto el post!

Carolina Moro dijo...

Exacto. La primera coincidencia llegó. La de las iniciales y la cámara oscura. Esperaba que la vieras.

Anónimo dijo...

Escribes bien, pero decir en mi blog que el infierno ya no existe??? como crees!
Dónde crees que estás ahora?

Anónimo dijo...

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